YO soy mucho de la Montaña. Soy de la Montaña de toda la vida. De la mar de Castilla. De la que crió a media España con el Pelargón que Nestlé hacía en La Penilla. Soy de la Montaña del sobao pasiego.La que inventó la emigración antes que nadie y eso de los emprendedores antes que existiera tal palabra. Hablo de la Montaña de los montañeses de Sevilla y de los chicucos de Cádiz. La de los jándalos que se vinieron a trabajar a Andalucía con pantalón corto, se pasaron la vida detrás del mostrador de un almacén de ultramarinos o de una tienda de comestibles, durmieron debajo de ese mismo mostrador sin quitarse el babi de crudillo, ahorraron y cuando tuvieron un dinero se establecieron como comerciantes, con tiendas que pregonaban poemáticos nombres en recuerdo de su tierra: El Valle del Pas, La Flor de Toranzo, La Gloria de Villacarriedo. Esa es mi Montaña, qué Cantabria ni Cantabria.ANTONIO BURGOS.

sábado, 4 de julio de 2009

Dies Domini 5 de julio de 2009



XIV DOMINGO DE TIEMPO ORDINARIO
Lectura del santo Evangelio según san Marcos: 6, 1-6
En aquel tiempo, Jesús fue a su tierra en compañía de sus discípulos. Cuando llegó el sábado, se puso a enseñar en la sinagoga, y la multitud que lo escuchaba se preguntaba con asombro:
"¿Dónde aprendió este hombre tantas cosas? ¿De dónde le viene esa sabiduría y ese poder para hacer milagros? ¿Qué no es éste el carpintero, el hijo de María, el hermano de Santiago, José, Judas y Simón? ¿No viven aquí, entre nosotros, sus hermanas?". Y estaban desconcertados.
Pero Jesús les dijo: "Todos honran a un profeta, menos los de su tierra, sus parientes y los de su casa". Y no pudo hacer allí ningún milagro, sólo curó a algunos enfermos imponiéndoles las manos. Y estaba extrañado de la incredulidad de aquella gente. Luego se fue a enseñar en los pueblos vecinos. Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús.
UNA REFLEXIÓN PARA NUESTRO TIEMPO.- Nadie es profeta en su tierra... Así ha sido ayer, ahora y siempre. Sin embargo, esta sentencia evangélica no debe invocarse para justificar nuestra apatía o nuestro desinterés hacia los problemas sociales. Siempre habrá un pequeño resto de hombres y mujeres bien dispuestos que acogerán de buena fe nuestras propuestas e iniciativas. En esta etapa crítica que vivimos los mexicanos, y el mundo en general, no es conveniente atrincheramos en la comodidad de un sillón a contemplar melodramas o documentales insulsos. Los desafíos sociales, familiares y económicos por los que atravesamos exigen que dediquemos una parte de nuestro tiempo libre para iniciar la trasformación urgente que nuestros pueblos y nuestras comunidades reclaman y necesitan.

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