YO soy mucho de la Montaña. Soy de la Montaña de toda la vida. De la mar de Castilla. De la que crió a media España con el Pelargón que Nestlé hacía en La Penilla. Soy de la Montaña del sobao pasiego.La que inventó la emigración antes que nadie y eso de los emprendedores antes que existiera tal palabra. Hablo de la Montaña de los montañeses de Sevilla y de los chicucos de Cádiz. La de los jándalos que se vinieron a trabajar a Andalucía con pantalón corto, se pasaron la vida detrás del mostrador de un almacén de ultramarinos o de una tienda de comestibles, durmieron debajo de ese mismo mostrador sin quitarse el babi de crudillo, ahorraron y cuando tuvieron un dinero se establecieron como comerciantes, con tiendas que pregonaban poemáticos nombres en recuerdo de su tierra: El Valle del Pas, La Flor de Toranzo, La Gloria de Villacarriedo. Esa es mi Montaña, qué Cantabria ni Cantabria.ANTONIO BURGOS.

martes, 22 de abril de 2014

Cuando las madres de los toreros eran una leyenda / Por “Barico” (1944)


“…La época a la que se refiere el escritor nada tiene que ver con la actual, cuando es tan frecuente ver a las madres de toreros hasta en los tentaderos, donde van prepararse para la temporada. Entonces tenía a gala permanecer encerradas en sus casas. Esta otra cara de la Fiesta, como dice el propio título de la serie, era la de “las que se quedan rezando…”





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