YO soy mucho de la Montaña. Soy de la Montaña de toda la vida. De la mar de Castilla. De la que crió a media España con el Pelargón que Nestlé hacía en La Penilla. Soy de la Montaña del sobao pasiego.La que inventó la emigración antes que nadie y eso de los emprendedores antes que existiera tal palabra. Hablo de la Montaña de los montañeses de Sevilla y de los chicucos de Cádiz. La de los jándalos que se vinieron a trabajar a Andalucía con pantalón corto, se pasaron la vida detrás del mostrador de un almacén de ultramarinos o de una tienda de comestibles, durmieron debajo de ese mismo mostrador sin quitarse el babi de crudillo, ahorraron y cuando tuvieron un dinero se establecieron como comerciantes, con tiendas que pregonaban poemáticos nombres en recuerdo de su tierra: El Valle del Pas, La Flor de Toranzo, La Gloria de Villacarriedo. Esa es mi Montaña, qué Cantabria ni Cantabria.ANTONIO BURGOS.

miércoles, 22 de julio de 2009

Zenón de Elea


Zenón, natural de Elea, fue hijo de Pireto, según Apolodoro en las Crónicas; según otros, de Parménides. Otros, finalmente, lo hacen hijo de Teleutágoras por naturaleza, y de Parménides por adopción. De él y de Meliso dice Timón:
En una y otra lengua poderoso, difícil fue Zenón de ser vencido; sí vencedor de todos. Igualmente Meliso, que supera todas las fantasías de la mente, y acaso es superado de muy pocos.
Zenón fue discípulo de Parménides, y aun su bardaja. Platón en su Parménides dice que fue alto de cuerpo; y en su Sofista lo llama Palamedes Eleático.
Aristóteles dice que fue inventor de la dialéctica, como Empédocles de la retórica. Fue varón clarísimo en filosofía y política, como vemos en sus escritos, tan llenos de sabiduría. Queriendo destronar al tirano Nearco (o Diomedonte, como quieren algunos), fue aprehendido, como refiere Heráclides en el Epitome de Sátiro. En esta ocasión, como fuese preguntado acerca de los conjurados y de las armas conducidas a Lípara, dijo que los conjurados eran todos los amigos del tirano; con lo cual quiso suponerlo abandonado y dejado ya solo. Después, diciendo tenía algo que hablarle a la oreja tocante a algunos, se la cogió con los dientes, y no la soltó hasta que lo acribillaron a estocadas, como sucedió al tiranicida Aristogitón. Demetrio dice en sus Colombroños que la nariz fue lo que le arrancó de un bocado.
Antístenes escribe en las Sucesiones que después de haber citado por cómplices en la conjura a los amigos del tirano, como éste le preguntase si había otro culpado, respondió: «Tú, oh destrucción de esta ciudad». Y que a los circunstantes habló en esta forma: «Estoy admirado de vuestra cobardía, pues por miedo de lo que yo padezco sois esclavos de un tirano»; y que luego, cortándose la lengua con los dientes, se la escupió a aquél encima. Incitados con esto los ciudadanos, al punto quitaron la vida a pedradas al tirano. Finalmente, Hermipo dice que Zenón fue metido en un mortero y machacado allí. Mis versos a él son éstos:
Promoviste, oh Zenón, solicitaste una facción ilustre. Tú querías, al tirano acabando, a Elea libertar de cautiverio. Mas no lo conseguiste; antes sobrecogido del tirano, te mandó machacar en un mortero. Pero ¿qué es lo que digo? No te machacó a ti, sino a tu cuerpo.
4. Fue Zenón bueno también en otras cosas; pero hombre fastidioso y que se sobreponía a sus mayores, como Heráclito. A su patria (llamada antes Hile y después Elea), siendo colonia de los focenses y ciudad humilde y que sólo solía producir hombres de bien, la estimaba en más que la magnificencia de Atenas, adonde raras veces iba, viviendo siempre en su casa. Fue este Zenón el primero que usó el argumento que llaman Aquiles, aunque Favorino dice que Parménides y otros muchos.
5. Sus opiniones son: «Que hay muchos mundos. Que no hay vacuo. Que la naturaleza de todas las cosas proviene del cálido y frígido, del seco y húmedo, conmutándose éstos entre sí. Que la generación de los hombres es de la tierra; y el alma una mixtión de todo lo dicho, sin que tenga mayor porción de uno que de otro». Dicen que habiendo sido maltratado de palabras, se indignó mucho; y como uno le dijese por qué se indignaba, respondió: «Si no me indigno y me acostumbro a los ultrajes y desprecios, tampoco me alegraré de los loores». Cuando tratamos de Zenón Citieo ya dijimos hay ocho Zenones. El presente floreció hacia la Olimpíada LXXIX.

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