La zarzuela EL DÚO DE LA AFRICANA se estrenó el 13 de mayo de 1893 en el Teatro Apolo de Madrid, siendo el reparto Joaquina Pino en La Antonelli, Carmen Salvador en Amina, Pilar Vidal en Doña Serafina, Emilio Mesejo en Giuseppini, Manolo Rodríguez en Querubini y Melchor Ramiro en el Bajo.
Los precedentes del estreno hablan de la facilidad que encontró el músico para toda la partitura menos para el dúo de tiple y tenor que se le resistía pese a los recados apremiantes que le llegaban de la empresa; se hace eco Juan Arnau de que una noche el compositor encargó a su hijo un pastel en Lhardy y le dijo la idea que se le había ocurrido: el tenor aragonés le debía cantar una jota a su amante sevillana, y esa noche al dar las tres de la madrugada Caballero había terminado el pastel y el dúo.
El cronista Ruiz Albeniz “Chispero” señala que la noche del estreno iban aumentando las ovaciones hasta extremos increíbles y cuando llegó el dúo a la frase “vente conmigo y no sientas estos lugares dejar” el público se puso en pie y tales fueron sus bravos, aplausos y aclamaciones, que no pudo escucharse la continuación; al cabo de unos minutos tuvo que empezarse de nuevo el dúo, y otra vez al llegar al mismo pasaje las aclamaciones no permitieron oír el final del número, que hasta la tercera vez que se cantó no pudo dejar llegar al público su final maravilloso. Y este mismo cronista asegura que se representó sin interrupción 211 veces y que hasta cinco años después permaneció en cartel casi a diario.
Su popularidad rebasa todo lo descriptible y así cuenta Deleito y Piñuela que la celebérrima jota obró el prodigio de interrumpir una corrida de toros. La interpretaba la banda, mientras se arrastraba al toro muerto, y al dar la señal el presidente para que saliera otro toro, el público impidió que se reanudara la lidia hasta escuchar toda la pieza, que fue premiada con una ovación. Se le dedicaron multitud de versos, como aquel romance de Eduardo de Palacios, publicado el 14 de octubre de 1893, que terminaba así:
Por fin, yo no sé si es cierto,
Pero dicen que Sagasta
Entona también, a ratos,
Con Cruz o Gamazo o Maura,
La jota regolvedera
De El Dúo de la Africana.
En la prensa tuvo una acogida muy buena aunque no exenta de “ironías” más imputables a la rivalidad entre los medios que a la obra en sí. Vemos por un lado a “El Globo” elogiando a los protagonistas Joaquina Pino, Emilio Mesejo y Manolo Rodríguez, dentro del límite de sus facultades vocales y “El Imparcial” apuesta aun más por Joaquina Pino al considerar que además de ser una mujer hermosa demostró que vale más que muchas tiples ensalzadas por la crítica ligera”. A esto contestaba “el Abate Pitarras” en “El Heraldo de Madrid” que lanzaba las siguientes andanadas contra Joaquina Pino de la que calificaba buena su actuación “excepto cuando la pobrecita quiere cantar” o contra Manolo Rodríguez del que decía que estuvo bien, pero muy bien y ¡limpio! Asegurándolo bajo palabra de honor, aunque los lectores no lo crean.
El compositor
Manuel Fernández Caballero nació en Murcia el 14 de marzo de 1835 y murió en Madrid el 26 de febrero de 1906. Hijo póstumo, fue el menor de dieciocho hermanos. Encauzado en la música desde pequeño, con cinco años empezó a estudiar el violín y otros instrumentos y a los siete años ya tocaba en bandas y orquestas. Su primer maestro fue su cuñado y notable violinista Julian Gil y luego Indalecio Soriano Fuentes. A los 15 años se traslada a Madrid siendo admitido como primer violín de la orquesta del Teatro Real e ingresando en el Conservatorio donde obtuvo el primer premio de composición en 1856. Siguió estudiando con José Vega, Indalecio Soriano, Hilarión Eslava y Pedro Albeniz. A partir de los 18 años fue Director de Orquesta de varios teatros, el de Variedades, Lope de Vega, Circo y Español. En 1853 consigue de Luís de Eguilaz su primer libreto de zarzuela LA VERGONZOSA EN PALACIO, que sin embargo se estrenó con posterioridad a TRES MADRES PARA UNA HIJA, que firmó bajo el seudónimo de Florentino Durillo, precisamente por respeto y consideración a Luís de Eguilaz. Desde entonces son innumerables las zarzuelas que compuso (cerca de 200), alternando este trabajo con la dirección de orquesta, muchas veces en Portugal e Hispanoamérica, llegando a residir 7 años en Cuba. También compuso en abundancia música religiosa, encontrándose entre ella, diversas Misas, Misereres, Salves, Oficios de Difuntos (el primero lo compuso en 1851), Himnos, Letanias, Motetes etc….
Aquejado de cataratas desde 1890 aproximadamente, la última partitura que escribió de su puño y letra fue EL DUO DE LA AFRICANA en 1893, requiriendo desde entonces la ayuda de colaboradores, principalmente su hijo Mario y también la del luego famoso José Serrano que le ayudó en la escritura musical de GIGANTES Y CABEZUDOS. En 1899 y 1902 fue intervenido quirúrgicamente por el Doctor Mansilla batiéndole las cataratas de los ojos derecho e izquierdo respectivamente. Fue persona muy honrada por el público en general y por las Instituciones y así en 1891 fue elegido individuo de la Real Academia de San Fernando, cuyo discurso de ingreso no pudo efectuar hasta el 2 de marzo de 1902 con el sugerente título para nuestro querido género de “Los cantos populares españoles considerados como elemento indispensable para la formación de nuestra nacionalidad musical”; pertenecía a la Orden del Cristo de Portugal y el 22 de enero de 1903 le fue concedida la Gran Cruz de Alfonso XII siéndole regaladas las insignias correspondientes por suscripción popular en Murcia.
Cuenta Arnau que Caballero tenía la costumbre de dirigir los ensayos en el Teatro de la Zarzuela junto a la concha del apuntador, golpeando continuamente con su grueso bastón la tarima del escenario marcando el compás, como se cargó la tarima dos veces, el propietario del teatro colocó en aquel sitio una placa de bronce con la leyenda “A Caballero, sostén de la zarzuela, 1897”, y esto da pie para hacer notar la importancia que para nuestro género tuvo este compositor, en cualquiera de las facetas del mismo, la zarzuela grande hasta la década de los 70 en que entró en crisis y el género chico al que supo no solo adaptarse sino triunfar memorablemente, basta para comprobar la realidad de tal aseveración con releer los títulos compuestos a partir de 1887.
Entre sus zarzuelas detallo sobre todo las muy conocidas por su difusión discográfica, LA MARSELLESA (1876) LOS SOBRINOS DEL CAPITAN GRANT (1877), EL SALTO DEL PASIEGO (1878), CHATEAU MARGAUX (1887), EL DUO DE LA AFRICANA (1893), EL CABO PRIMERO (1895), EL PADRINO DEL NENE (1896), LA VIEJECITA (1897) GIGANTES Y CABEZUDOS y EL SEÑOR JOAQUIN (1898).
El libretista
Miguel Echegaray Eizaguirre nació en Quintanar de la Orden (Toledo) el 29 de septiembre de 1848, en el transcurso de un viaje que hacían sus padres de Madrid a Murcia, y murió en Madrid el 20 de enero de 1927. Hermano de José, premio Nóbel de Literatura en 1904. Se licenció en Filosofía y Letras y Derecho, ejerciendo algún tiempo. Fue Jefe de Administración Civil, secretario de los Ministros de Fomento y Hacienda cuando lo fue su hermano y Diputado a Cortes; dominaba varios idiomas entre ellos el hebreo en el que fue una verdadera notabilidad. Y sobre todo fue escritor más bien de índole festiva y bufa en ocasiones y libretista de zarzuelas. En esta especialidad trabajó con Vives en JUEGOS MALABARES, LA RABALERA, AGUA DE NORIA y EL PRETENDIENTE, con Chapí en LA GITANILLA y EL SOMBRERO DE PLUMAS, con Bretón en EL DOMINGO DE RAMOS, con Nieto en EL CASTILLO, y, sobre todo, con Fernández Caballero en EL DUO DE LA AFRICANA, LA VIEJECITA y GIGANTES Y CABEZUDOS.
Sinopsis
El argumento se basa en una anécdota simple: las relaciones sentimentales entre los actores de una compañía, con escasos recursos económicos, que canta ópera extranjera. El empresario, que sólo habla italiano, y es muy avaro, está casado en segundo matrimonio con la tiple, una mujer joven y hermosa a la que llaman “Antonelli”. El tenor “Giuseppini” de lo más escogido de la “aristocracia de Belchite” está en la compañía por su amor a la tiple. Pero la situación se complica con otra circunstancia sentimental: el bajo está enamorado de Amina, hija del empresario y su primera esposa. Amina no le corresponde porque también ama al tenor, y esto crea su rivalidad con la tiple. Durante los ensayos de la ópera LA AFRICANA hay escenas amorosas entre Giuseppini y La Antonelli; aprovechan el momento del dúo del acto IV de la ópera para mayor efusividad, lo que enfada al marido y produce efectos cómicos. Durante la representación de LA AFRICANA irrumpe en escena la madre del tenor, que quiere llevárselo a su casa; él acepta porque no puede convencer a Antonelli de que abandone a su marido. Se organiza un escándalo en el teatro, ya que ante la interrupción de la obra por la madre, el público protesta; Giuseppini quiere acabar la que será su última actuación, la Antonelli se desmaya y la autoridad pretende llevarlos a todos a la cárcel pero el empresario consigue que se termine la representación, y en ese momento finaliza la zarzuela.
Parejo en regocijo a la “La Venganza de Don Mendo” de Muñoz Seca, el libreto usa de la parodia, no tanto de la ópera como de los personajes, como recurso fundamental en la construcción del texto, y se vale del italiano macarrónico de Querubini y de su hija, de frases con doble sentido, alusiones, equívocos y gesticulaciones; y así vamos viendo: el director del Coro se llama Inocente, Querubini, “aunque la gelosia le morde”, transige, hasta cierto punto, con los devaneos de su esposa con el tenor porque este canta gratis; Amina la hija de Cherubini le echa en cara que el tenor no canta por amor al arte sino por amor a la mamma ; hasta a la misma Antonelli, menos parodiada, se le oye decir que es una tiple “pero ligera” lo que provoca la sentencia del coro “¡Ay! Eso pronto lo ve cualquiera”; y que decir del tenor que desgranando sus papeles en Marta, Norma o La Travista se encuentra asimismo con el veredicto del Coro que le tacha de mujeriego, y más adelante se defiende como gato panza arriba del deseo de Querubini de ser su suegro. Se salvan de lo burlesco la canción andaluza de la tiple y, sobre todo, el famoso dúo-jota.
Esta trama es servida por una música siempre teatral y chispeante y algunas veces sublime con intervenciones continuas del coro y en que sobresale el de la introducción jalonado por la mazurca y el vals, la canción andaluza de la soprano, el insinuante coro de la murmuración, el pícaro dúo de Querubini y Giuseppini y sobre todo el apoteósico, enervante y brillantísimo dúo-jota final.
Índice de escenas
Zarzuela en un acto con los siguientes números musicales:
1. Preludio. 2. Coro de la introducción “Buenos días Inocente, buenos días tenga usted”, mazurka “Comí a las siete, pero he comido de mala gana” y vals “Somos vestales”. 3. Escena y coro “Amigas mías y compañeros” y canción andaluza “Yo he nacido muy chiquita”. 4. Coro de la murmuración “Se marcha furioso y desesperado”. 5. Duetto de Querubini y Giuseppini “Casa mia figlia”. 6. Dúo “Comprende lo grave de mi situación” y jota “No cantes más La Africana”.
Personajes
Los principales son:
Querubini: Empresario de ópera casado con La Antonelli. Tenor cómico.
La Antonelli: Casada con Querubini y cantante de ópera. Soprano.
Amina: Hija de Querubini y su primera esposa. Enamorada del tenor. Actriz cantante.
Giuseppini: Tenor de la compañía. Enamorado de la Antonelli. Tenor.
Bajo: Obseso pretendiente de Amina. Actor cantante.
Doña Serafina: Madre de Giuseppini. Actriz cantante.
Diego Emilio Fernández Álvarez, http://lazarzuela.webcindario.com/
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