YO soy mucho de la Montaña. Soy de la Montaña de toda la vida. De la mar de Castilla. De la que crió a media España con el Pelargón que Nestlé hacía en La Penilla. Soy de la Montaña del sobao pasiego.La que inventó la emigración antes que nadie y eso de los emprendedores antes que existiera tal palabra. Hablo de la Montaña de los montañeses de Sevilla y de los chicucos de Cádiz. La de los jándalos que se vinieron a trabajar a Andalucía con pantalón corto, se pasaron la vida detrás del mostrador de un almacén de ultramarinos o de una tienda de comestibles, durmieron debajo de ese mismo mostrador sin quitarse el babi de crudillo, ahorraron y cuando tuvieron un dinero se establecieron como comerciantes, con tiendas que pregonaban poemáticos nombres en recuerdo de su tierra: El Valle del Pas, La Flor de Toranzo, La Gloria de Villacarriedo. Esa es mi Montaña, qué Cantabria ni Cantabria.ANTONIO BURGOS.

domingo, 2 de agosto de 2009

La fiesta de la Porciúncula


Visión de San Francisco en la Porciúncula.Bartolomé Esteban Murillo.1670 h.Museo del Prado.
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El 2 de Agosto los franciscanos celebran la Fiesta de Nuestra Señora de los Ángeles de la Porciúncula y la Fiesta del Perdón de Asís, con la cual se obtiene indulgencia plenaria.
Una noche del año 1216, Francisco estaba en oración y contemplación en la iglesita de la Porciúncula, cuando de improviso la iglesita se llenó de una vivísima luz, y Francisco vio sobre el altar a Cristo revestido de luz y a su derecha a su Madre Santísima, rodeados de una multitud de Ángeles. Francisco con el rostro en tierra adoró a su Señor en silencio.
Ellos le preguntaron entonces qué deseaba para la salvación de las almas. La respuesta de Francisco fue inmediata: "Santísimo Padre, aunque yo soy un pobre pecador, te ruego que a todos los que, arrepentidos de sus pecados y confesados, vengan a visitar esta iglesia, les concedas amplio y generoso perdón, con una completa remisión de todas las culpas".
"Lo que pides, Hermano Francisco, es grande - le dijo el Señor -, pero de mayores cosas eres digno, y mayores tendrás. POR LO TANTO, ACCEDO A TU PETICIÓN, pero con la condición de que pidas de mi parte a mi vicario en la tierra esta indulgencia". Y Francisco se presentó de inmediato al Pontífice Honorio III que en aquellos días se encontraba en Perusa, y con candor le contó la visión que había tenido.
El Papa lo escuchó con atención y después de algunas objeciones, le dio su aprobación. Luego dijo: "¿Cuántos años de indulgencia quieres?". Francisco al punto le respondió: "Padre Santo, no pido años, sino almas!". Y se dirigió feliz hacia la puerta, pero el Pontífice lo llamó de nuevo: "Cómo, ¿no quieres ningún documento?". Y Francisco le di-jo: "¡Santo Padre, me basta su palabra!".
"Si esta indulgencia es obra de Dios, Él verá cómo dar a conocer su obra; yo no necesito ningún documento; el papel debe ser la Santísima Virgen María, Cristo el notario y los Ángeles los testigos". Y algunos días después, junto con los Obispos de la Umbría, dijo con lágrimas al pueblo reunido en la Porciúncula: "¡Hermanos míos, quiero mandaros a todos al Paraíso!".

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