YO soy mucho de la Montaña. Soy de la Montaña de toda la vida. De la mar de Castilla. De la que crió a media España con el Pelargón que Nestlé hacía en La Penilla. Soy de la Montaña del sobao pasiego.La que inventó la emigración antes que nadie y eso de los emprendedores antes que existiera tal palabra. Hablo de la Montaña de los montañeses de Sevilla y de los chicucos de Cádiz. La de los jándalos que se vinieron a trabajar a Andalucía con pantalón corto, se pasaron la vida detrás del mostrador de un almacén de ultramarinos o de una tienda de comestibles, durmieron debajo de ese mismo mostrador sin quitarse el babi de crudillo, ahorraron y cuando tuvieron un dinero se establecieron como comerciantes, con tiendas que pregonaban poemáticos nombres en recuerdo de su tierra: El Valle del Pas, La Flor de Toranzo, La Gloria de Villacarriedo. Esa es mi Montaña, qué Cantabria ni Cantabria.ANTONIO BURGOS.

viernes, 25 de septiembre de 2009

Cristo yacente de Gregorio Fernández

Cristo yacente de Gregorio Fernández. Iglesia de San Miguel y San Julián, Valladolid.


Gregorio Fernández (Sarria, España, 1576-Valladolid, 1636) es el más grande de los escultores de la escuela castellana de escultura entre los siglos XVI/XVII. No está documentado con seguridad su origen gallego ni el período de su formación. Sólo se sabe que a partir de 1605 estaba activo en Valladolid, donde contaba ya con taller propio, lo cual no excluye que trabajase como ayudante en otros talleres antes de esa fecha. Heredó de Juan de Juni la tradición de las imágenes religiosas cargadas de dramatismo, pero incorporó al lenguaje de su antecesor un mayor naturalismo.
De hecho, Gregorio Fernández evolucionó desde una primera etapa bastante vinculada al período anterior hasta una segunda fase en la que impuso un gran naturalismo, presente no sólo en los gestos y las actitudes, sino también y sobre todo en la policromía; en este campo, exigió a los policromistas que trabajaron para él el abandono del oro y los tonos brillantes tan en boga hasta entonces para iluminar las figuras con colores inspirados en el natural.
De su primera etapa, las obras más destacadas son el retablo de San Miguel de Valladolid y la Piedad del convento de San Francisco en la misma ciudad. A su segunda época, la más fecunda y de mayor calidad, corresponden el extraordinario Cristo yacente del Museo Natural de Escultura, una talla de un verismo difícilmente superable, y los pasos procesionales del Descendimiento y la Flagelación, realizados para la iglesia de la Vera Cruz de Valladolid.

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