YO soy mucho de la Montaña. Soy de la Montaña de toda la vida. De la mar de Castilla. De la que crió a media España con el Pelargón que Nestlé hacía en La Penilla. Soy de la Montaña del sobao pasiego.La que inventó la emigración antes que nadie y eso de los emprendedores antes que existiera tal palabra. Hablo de la Montaña de los montañeses de Sevilla y de los chicucos de Cádiz. La de los jándalos que se vinieron a trabajar a Andalucía con pantalón corto, se pasaron la vida detrás del mostrador de un almacén de ultramarinos o de una tienda de comestibles, durmieron debajo de ese mismo mostrador sin quitarse el babi de crudillo, ahorraron y cuando tuvieron un dinero se establecieron como comerciantes, con tiendas que pregonaban poemáticos nombres en recuerdo de su tierra: El Valle del Pas, La Flor de Toranzo, La Gloria de Villacarriedo. Esa es mi Montaña, qué Cantabria ni Cantabria.ANTONIO BURGOS.

sábado, 28 de noviembre de 2009

Dies Domini 29 de noviembre de 2009




Primer Domingo de Adviento





Evangelio
En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos:«Habrá signos en el sol y la luna y las estrellas, y en la tierra angustia de las gentes, enloquecidas por el estruendo del mar y el oleaje. Los hombres quedarán sin aliento por el miedo, ante lo que se le viene encima al mundo, pues las potencias del cielo temblarán. Entonces verán al Hijo del hombre venir en una nube, con gran poder y gloria.Cuando empiece a suceder esto, levantaos, alzad la cabeza; se acerca vuestra redención. Tened cuidado: no se os embote la mente con el vicio, la bebida y la preocupación del dinero, y se os eche encima de repente aquel día; porque caerá como un lazo sobre todos los habitantes de la tierra. Estad siempre despiertos, pidiendo fuerza para escapar de todo lo que está por venir y ser llevados junto al Hijo del hombre».
Lucas 21, 25-28. 34-36

Comentario
En este domingo, nos reta la Palabra de Dios a resolver un problema; no es complejo, pero está delante de nuestros ojos todos los días y nos hemos acostumbrado de tal manera a él, que será necesario hacer un esfuerzo por resolverlo. Por una parte, podemos detectar a nuestro alrededor una cierta tristeza en mucha gente, como un abatimiento interior que ha paralizado muchas iniciativas; pero no salimos ganando cuando nos acercamos a las noticias de los medios de comunicación, que son incansablemente repetitivas y, desgraciadamente, prefieren mostrar siempre la parte más triste de la condición humana... Ved cómo ocupan demasiado espacio las historias de los secuestros, las violencias, abusos de poder, las infidelidades, las mentiras y calumnias, el cada uno a lo suyo... ¿Será que estas historias, poco ejemplares, son la realidad? Por otra parte, la Iglesia no se cansa de proponernos, en este tiempo de Adviento, la esperanza, como valor y como solución, que la justicia y el derecho vienen de Dios. ¿David contra Goliat?Sabemos que el tema no es nuevo, que la condición humana tiende a caer en la misma piedra. La situación histórica en la que vivió el evangelista Lucas era muy parecida a la nuestra, y las soluciones que él planteaba son perfectamente válidas para el hombre de hoy. En este Evangelio se utiliza un lenguaje apocalíptico, que puede resultar extraño, pero que nos da respuestas para nuestro problema: no tener miedo. Es verdad que la época que estamos viviendo no tiene nada de fácil, que vemos temblar muchos valores humanos, el de la vida, la familia, el derecho a la educación de la prole, un secularismo que pretende alejarnos de Dios, las crisis económicas... Estas cosas son los signos del sol y las estrellas, lo que causa angustias a muchas gentes, lo que causa el desaliento y la ansiedad a nuestros vecinos... En medio de esta tormenta, se nos dice que alcemos la cabeza, que viene nuestra redención..., que no nos dejemos embotar la mente con los agobios de la vida, abandonados en el pecado... Ved cómo Dios regala la fortaleza y la serenidad.Te puedo decir que a mí me ayudó extraordinariamente cuando, en medio de un dolor grande por la enfermedad de su hija, de trece meses, con las horas contadas de vida, unos padres confiaron en la oración y salieron de esa terrible tormenta, puestos en pie y con la cabeza alta por la esperanza en el Dios de la Vida, que ya había acogido a su pequeña. Yo les recordaba con su rostro envuelto en lágrimas y su confianza en el Señor, que les secó sus ojos y les concedió el regalo de la serenidad al corazón.


+ José Manuel Lorca Planes
obispo de Cartagena

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