YO soy mucho de la Montaña. Soy de la Montaña de toda la vida. De la mar de Castilla. De la que crió a media España con el Pelargón que Nestlé hacía en La Penilla. Soy de la Montaña del sobao pasiego.La que inventó la emigración antes que nadie y eso de los emprendedores antes que existiera tal palabra. Hablo de la Montaña de los montañeses de Sevilla y de los chicucos de Cádiz. La de los jándalos que se vinieron a trabajar a Andalucía con pantalón corto, se pasaron la vida detrás del mostrador de un almacén de ultramarinos o de una tienda de comestibles, durmieron debajo de ese mismo mostrador sin quitarse el babi de crudillo, ahorraron y cuando tuvieron un dinero se establecieron como comerciantes, con tiendas que pregonaban poemáticos nombres en recuerdo de su tierra: El Valle del Pas, La Flor de Toranzo, La Gloria de Villacarriedo. Esa es mi Montaña, qué Cantabria ni Cantabria.ANTONIO BURGOS.

martes, 10 de noviembre de 2009

Protágoras




1. Protágoras, hijo de Artemón, o según Apolodoro y Dinón en su Historia de Persia, hijo de Meandro, fue abderita, como dice Heráclides Póntico en sus libros De las leyes, el cual añade que Protágoras escribió leyes a los turios. Pero, según Éupolis en su comedia Los aduladores, fue natural de Teos, pues dice:

Adentro está Protágoras de Teos.

Éste y Pródico Ceyo buscaban la vida leyendo libros. Y Platón en su Protágoras dice que Pródico tenía la voz grave. Fue Protágoras discípulo de Demócrito, y lo llamaban Sabiduría, como dice Favorino en su Historia varia. El primero que dijo que «en todas las cosas hay dos razones contrarias entre sí», de las cuales se servía en sus preguntas, siendo el primero en practicarlo. En un lugar comenzó de este modo: «El hombre es la medida de todas las cosas: de las que existen como existentes; de las que no existen como no existentes». Decía que «el alma no es otra cosa que los sentidos (como lo dice también Platón en su Teeteto), y que todas las cosas son verdaderas». En otro lugar empezó de este modo: «De los dioses no sabré decir si los hay o no los hay, pues son muchas las cosas que prohíben el saberlo, ya la oscuridad del asunto, ya la brevedad de la vida del hombre». Por este principio de su tratado lo desterraron los atenienses, y sus libros fueron recogidos de manos de quienes los poseían y quemados en el foro a voz de pregonero.

2. Fue el primero que recibió cien minas de salario; el primero que dividió el tiempo en partes, explicó las virtudes de las estaciones, inventó las disputas e introdujo los sofismas, para los que gustan de tales cosas en los argumentos. Él fue quien, dejando el significado de las cosas, indujo las disputas de nombres; dejándonos aquel modo superficial de argüir que todavía dura. Así, Timón dijo de él:

Y Protágoras mixto
en la disputa sumamente diestro

También fue el primero que movió el estilo socrático en el hablar y el primero que usó del argumento de Antístenes, con el cual pretende demostrar que no puede contradecirse, como dice Platón en su Eutidemo. Fue igualmente el primero que formó argumentos para las tesis o posiciones, como lo dice Artemidoro Dialéctico en su libro Contra Crispino; el primero que usó aquel cojinillo sobre el cual se lleva el peso, y lo llamó tule, como dice Aristóteles en el libro De la educación. Efectivamente, él fue palanquín, como dice Epicuro en cierto lugar; y el haber sido elevado a discípulo de Demócrito provino de haberle visto atar bien un haz de leña (660).

3. Dividió el primero la oración en cuatro partes; ruego, pregunta, respuesta y precepto. Otros dicen la dividió en siete; narración, pregunta, respuesta, precepto, pronunciación (661), ruego y vocación, a las cuales llamó fundamento y raíz de las oraciones. Alcidamas dijo eran cuatro estas partes: afirmación, negación, pregunta y apelación o elocución (662). El principio de su libro De los dioses, que leyó él mismo, es el que pusimos arriba. Lo leyó en Atenas en casa de Eurípides, o según algunos, en la de Megaclides, o bien, según otros, en el Liceo, por medio de su discípulo Arcágoras, hijo de Teodoro. Lo acusó Pitodoro, hijo de Polizelo, uno de los cuatrocientos (663), bien que Aristóteles dice lo acusó Evatlo.

4. Los libros que quedan de él son: El arte de disputar; De la lucha; De las matemáticas; De la República; De la ambición; De las virtudes; Del estado de las cosas en el principio; De las cosas que hay en el infierno; De las cosas no bien hechas por los hombres; Preceptivo; Juicio sobre la ganancia, y dos libros De contradicciones. Hasta aquí sus libros. Platón escribió de él un Diálogo. Filocoro dice que navegando Protágoras a Sicilia, se anegó la nave; también lo insinúa Eurípides en su Ixión. Algunos quieren muriese en el camino, a los noventa años de edad, o a los setenta, como dice Apolodoro.

5. Filosofó por espacio de cuarenta años, y floreció hacia la Olimpíada LXXIV. Mi epigrama a él es el siguiente:

Moriste, oh Protágoras, ya viejo,
en viaje, ausentándote de Atenas.
Huir te deja el pueblo de Cécrope;
y tú también huiste
de la ciudad de Palas;
mas huir de Plutón ya no pudiste.

Dicen que habiendo pedido la paga a su discípulo Evatlo, como éste respondiese que todavía no había ganado causa alguna, respondió: «Y si yo ganare, es fuerza recibir por haber ganado; y si tú vencieres, porque tú habrás vencido» (664).

6. Hubo otro Protágoras, astrólogo, de quien Euforión hizo el elogio fúnebre; y aun otro que fue filósofo estoico.


__________

(660) Aulo Gelio cuenta el caso por extenso.
(661) άπαγγελια.
(662) Προαγορενσις.
(663) De los 400 que durante un tiempo gobernaron Atenas habla Tucídides, lib. VIII.
(664) Gelio, lib. V, cap. X, trae largamente el caso, que es curioso: «Pactó Protágoras con su discípulo Evatlo de enseñarle la oratoria forense por cierta paga, con la condición de que el discípulo daría de entrada la mitad de aquel tanto, y la otra mitad luego que defendiese algún pleito y lo ganase. Como se pasase mucho tiempo sin verificarse la condición pactada, pidió Protágoras el resto de la deuda; a que Evatlo satisfizo diciendo que todavía no había ganado ni orado causa alguna. Pero no se aquietó Protágoras, antes le puso pleito sobre ello; y hallándose ambos ante los jueces, dijo Protágoras: «Sábete, oh necio joven, que de cualquier modo que este pleito salga, debes pagarme; pues si te condenan a ello, me habrás de pagar por sentencia; y si te libran, me pagarás por nuestro pacto.» A esto respondió Evatlo: «Sabed también vos, oh sabio maestro, que por todo lo mismo no debo yo pagaros; pues si los jueces me absuelven, quedo libre por sentencia; y si pierdo el pleito, lo quedo por nuestro pacto.» En esta duda no se atrevió el tribunal a resolver por entonces. La misma historia trae Apuleyo; y Sexto Empírico otra semejante.

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