YO soy mucho de la Montaña. Soy de la Montaña de toda la vida. De la mar de Castilla. De la que crió a media España con el Pelargón que Nestlé hacía en La Penilla. Soy de la Montaña del sobao pasiego.La que inventó la emigración antes que nadie y eso de los emprendedores antes que existiera tal palabra. Hablo de la Montaña de los montañeses de Sevilla y de los chicucos de Cádiz. La de los jándalos que se vinieron a trabajar a Andalucía con pantalón corto, se pasaron la vida detrás del mostrador de un almacén de ultramarinos o de una tienda de comestibles, durmieron debajo de ese mismo mostrador sin quitarse el babi de crudillo, ahorraron y cuando tuvieron un dinero se establecieron como comerciantes, con tiendas que pregonaban poemáticos nombres en recuerdo de su tierra: El Valle del Pas, La Flor de Toranzo, La Gloria de Villacarriedo. Esa es mi Montaña, qué Cantabria ni Cantabria.ANTONIO BURGOS.

sábado, 12 de diciembre de 2009

Dies Domini 13 de diciembre de 2009



Tercer Domingo de Adviento
El Señor está cerca

Una razón poderosa nos urge a la alegría: el Señor está cerca. Pero se ve claro lo necesaria que es la figura de Juan el Bautista. Para nuestra sociedad de alta tecnología en comunicaciones, que aísla a tantos..., se necesita a Juan; para que reconozcamos que los avances en medidas de seguridad no hacen desaparecer el miedo, se necesita a Juan; para denunciar a los que presumen de derechos humanos y luego desprecian la vida del hombre, se necesita a Juan; un Juan que desenmascare a los que se dicen amigos de la verdad, y luego les descubres como artífices de ficciones y falsedades... Tú puedes ser esta figura, alguien que haga una confesión clara, valiente y entusiasta de la fe en Jesucristo, porque es posible la conversión.
Leed con calma el Evangelio y ved lo interesante que es: «La gente preguntaba a Juan». ¿Habéis visto? Está claro que si Juan no hubiera hablado, si hubiera pasado desapercibido, si hubiera disimulado..., si no hubiera dado la cara, ¿le habría preguntado alguien? Y, si le preguntaban, era porque lo que les decía les llegaba muy hondo, les iluminaba sus vidas y les hacía ver que debían cambiar de estilo. Debemos hablar, ser testigos de Dios, que se compadece y ama. Resaltaré la figura del Papa, Benedicto XVI, que hace siempre de Juan Bautista dando testimonio de vida y de palabra. Recuerdo un discurso del Papa a los obispos austriacos, que son para enmarcarlas: «En medio de la incertidumbre de este tiempo y de esta sociedad, dad a los hombres la certeza de la fe íntegra de la Iglesia. La claridad y la belleza de la fe católica iluminan, también hoy, la vida de los hombres. Esto sucederá, en particular, si la presentan testigos entusiastas y capaces de transmitir entusiasmo».
Fijaos cómo, en el Evangelio, la pregunta siempre es la misma: ¿Qué hacemos?; y la respuesta, también es siempre la misma: Conviértete y verás tu vida iluminada.
Por la reacción de los oyentes de Juan, queda claro que Dios no se contenta con una religiosidad exterior, nos pide respuestas. Sabemos que muchos están alerta y se preguntan: ¿Cómo podemos hablar de Jesucristo para que nuestros vecinos se sientan movidos a confiar en Él y vivir la belleza de la fe, y se conviertan?
En la Navidad veremos compartir las túnicas y los alimentos; veremos cómo no se abusa de los demás, ni habrá extorsiones contra nadie, ni atropellos, ni abusos de autoridad... ¡Pero cuánto me gustaría verlo, ya mañana, en la primera página de los periódicos!
+ José Manuel Lorca Planes
obispo de Cartagena y A.A. de Teruel y Albarracín

Evangelio
En aquel tiempo, la gente preguntaba a Juan: «Entonces, ¿qué hacemos?»
Él contestó: «El que tenga dos túnicas, que se las reparta con el que no tiene; y el que tenga comida, haga lo mismo».
Vinieron también a bautizarse unos publicanos; y le preguntaron: «Maestro, ¿qué hacemos nosotros?» Él les contestó: «No exijáis más de lo establecido».
Unos militares le preguntaron: «¿Qué hacemos nosotros?» Él les contestó: «No hagáis extorsión a nadie, ni os aprovechéis con denuncias, sino contentaos con la paga».
El pueblo estaba en expectación y todos se preguntaban si no sería Juan el Mesías; él tomó la palabra y dijo a todos:
«Yo os bautizo con agua; pero viene el que puede más que yo, y no merezco desatarle la correa de sus sandalias. Él os bautizará con Espíritu Santo y fuego: tiene en la mano la horca para aventar su parva y reunir su trigo en el granero, y quemar la paja en una hoguera que no se apaga».
Añadiendo otras muchas cosas, exhortaba al pueblo y le anunciaba la Buena Noticia.
Lucas 3, 10-18

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