YO soy mucho de la Montaña. Soy de la Montaña de toda la vida. De la mar de Castilla. De la que crió a media España con el Pelargón que Nestlé hacía en La Penilla. Soy de la Montaña del sobao pasiego.La que inventó la emigración antes que nadie y eso de los emprendedores antes que existiera tal palabra. Hablo de la Montaña de los montañeses de Sevilla y de los chicucos de Cádiz. La de los jándalos que se vinieron a trabajar a Andalucía con pantalón corto, se pasaron la vida detrás del mostrador de un almacén de ultramarinos o de una tienda de comestibles, durmieron debajo de ese mismo mostrador sin quitarse el babi de crudillo, ahorraron y cuando tuvieron un dinero se establecieron como comerciantes, con tiendas que pregonaban poemáticos nombres en recuerdo de su tierra: El Valle del Pas, La Flor de Toranzo, La Gloria de Villacarriedo. Esa es mi Montaña, qué Cantabria ni Cantabria.ANTONIO BURGOS.

jueves, 21 de enero de 2010

La Tauromaquia


1921. Fallece en Madrid el matador de toros santanderino Félix Rodríguez



Félix Rodríguez, el sucesor fallido de Joselito


La historia de Félix Rodríguez es una de aquellas, de las que tanto abundan en el toreo, donde un gran talento y unas cualidades innatas para la lidia se ven malogradas en la plenitud de su carrera.
El caso de Félix Rodríguez es más trágico, pues la causa de su declive y caída radicó en una enfermedad degenerativa que le impidió ocupar el trono del toreo que Joselito había dejado vacante tras su muerte.
La mortal cogida de Joselito en Talavera de la Reina el 16 de mayo de 1920 dejó a Juan Belmonte como único e indiscutible dominador de su época. ¿Fue el ansia de los aficionados, que deseaban encontrar competencia al genial torero sevillano, el que llevó a Félix Rodríguez a ser vaticinado como un “torero de época”? Tal vez. Pero si observamos la corta e intensa trayectoria del malogrado Félix, encontramos a un diestro dotado de una privilegiada cabeza para el toreo, de una regularidad pasmosa y serena y con un dominio en todas las suertes que pocos toreros han conseguido nunca.
Pertenecía ese grupo de matadores poderosos, que van desde Rafael Guerra “Guerrita” o Lagartijo hasta Enrique Ponce o Manuel Caballero, pasando por el propio Joselito, con el añadido de que la técnica de Félix Rodríguez estaba adornada de un arte y un gusto muy personales.
Félix Rodríguez nació en Santander el 23 de junio de 1905, aunque pasó su infancia y juventud en Valencia, donde fue destinado su padre, empleado de ferrocarriles. La afición al toro le apartó de los estudios de perito mercantil que acababa de iniciar. Con 17 años se estrena en la plaza de Valencia en una becerrada. Tras recorrer la región levantina en una cuadrilla de “Niños valencianos”, se presenta en Barcelona donde destaca por su habilidad e inteligencia.
El joven torero montañés supo llevar sus inicios con serenidad y mesura. En la temporada siguiente torea novilladas con picadores en plazas de categoría, pero no es hasta un año después, en 1925, cuando se presenta en Madrid. Su éxito fue tal, que llegó a repetir hasta cuatro veces más en la capital ese mismo año. Ésta fue la temporada en la que se adivinaba un torero de época, hecho que no desmentiría al año siguiente en el que alcanza a torear 45 novilladas.
Es en 1927 cuando toma la alternativa en Barcelona, logrando cortar una oreja tras lidiar un difícil lote. Confirma la alternativa el 24 de abril y repite tres veces más en el coso madrileño. Consigue triunfos sonados en todas las plazas a las que acude, la mayoría de ellas, de gran relevancia, destacando sobremanera en Valencia. Fue la locura. La eclosión del matador santanderino no tenía parangón en lo que a expectativas se refiere. Todas las suertes, - capote, banderillas, muleta y estoque -, tenían cabida de forma lúcida en el repertorio del joven torero.
Pero la siguiente temporada se vio rota por la aparición de una grave enfermedad articular, que la desidia del torero le había impedido atender como se merecía. Por esto y algunas cogidas, 1928 fue un año negro, a pesar de tener un agosto triunfal. Toreó 24 corridas y perdió más de 70 contratadas, una cifra que habla del enorme cartel que tenía.
Siguió toreando los dos años siguientes, pero la terrible enfermedad ya había hecho presa en él y empieza a mostrarse bastante irregular. La gente, pese a todo, le espera en cada actuación, y deben reseñarse algunos éxitos notables. Pero era el canto del cisne para Félix Rodríguez. 1932 será su última y corta temporada de torero. El torero de época que apuntaba Félix se trocará finalmente en un ser inválido y con serios problemas económicos debido a su poca previsión y prudencia.
El recuerdo de Félix Rodríguez es hoy más bien escaso, muy lejos del de Joselito, de quien estaba llamado a ser sucesor y con el que sólo pudo compartir, si bien de distinta forma, su destino trágico. En los años triunfales, Santander y Valencia competían por el paisanaje del torero. Hoy, casi olvidado, en la capital montañesa, acaso por encontrarse escasa de diestros de la tierra, su gran torero pervive en una peña taurina que lleva su nombre.
Juan Estébanez Garrido, www.planetatoro.com

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