YO soy mucho de la Montaña. Soy de la Montaña de toda la vida. De la mar de Castilla. De la que crió a media España con el Pelargón que Nestlé hacía en La Penilla. Soy de la Montaña del sobao pasiego.La que inventó la emigración antes que nadie y eso de los emprendedores antes que existiera tal palabra. Hablo de la Montaña de los montañeses de Sevilla y de los chicucos de Cádiz. La de los jándalos que se vinieron a trabajar a Andalucía con pantalón corto, se pasaron la vida detrás del mostrador de un almacén de ultramarinos o de una tienda de comestibles, durmieron debajo de ese mismo mostrador sin quitarse el babi de crudillo, ahorraron y cuando tuvieron un dinero se establecieron como comerciantes, con tiendas que pregonaban poemáticos nombres en recuerdo de su tierra: El Valle del Pas, La Flor de Toranzo, La Gloria de Villacarriedo. Esa es mi Montaña, qué Cantabria ni Cantabria.ANTONIO BURGOS.

jueves, 7 de enero de 2010

Palafitos en Castro, archipiélago de Chiloé


Son construcciones sobre pilares en el agua que fueron adoptados en Ancud, Quemchi, Castro, Chonchi y otros puertos del archipiélago de Chiloé, en Chile, para un mejor aprovechamiento de la ribera durante la fuerte expansión comercial del siglo XIX.La vivienda desarrolla sus dominios en profundidad y de manera concentrada. Comparte dos frentes: hacia la calle urbana, que se relaciona directamente por un puente; hacia el canal, en que se dan dos niveles: una terraza superior que hace las veces de patio, y un nivel inferior - que es regido por el ritmo de las seis horas de las mareas - en donde se hacen las faenas marítimas domésticas.Los isleños encuentran en ellos refugio para la humedad y, al mismo tiempo, la vital cercanía al mar. Es así como en la ciudad de Castro, los bordes marinos de las calles Pedro Montt y Aguirre Cerda, lucen los palafitos y sus fuertes pilotes de madera, los cuales representan la manifestación más austral del mundo de la arquitectura del bordemar.

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