YO soy mucho de la Montaña. Soy de la Montaña de toda la vida. De la mar de Castilla. De la que crió a media España con el Pelargón que Nestlé hacía en La Penilla. Soy de la Montaña del sobao pasiego.La que inventó la emigración antes que nadie y eso de los emprendedores antes que existiera tal palabra. Hablo de la Montaña de los montañeses de Sevilla y de los chicucos de Cádiz. La de los jándalos que se vinieron a trabajar a Andalucía con pantalón corto, se pasaron la vida detrás del mostrador de un almacén de ultramarinos o de una tienda de comestibles, durmieron debajo de ese mismo mostrador sin quitarse el babi de crudillo, ahorraron y cuando tuvieron un dinero se establecieron como comerciantes, con tiendas que pregonaban poemáticos nombres en recuerdo de su tierra: El Valle del Pas, La Flor de Toranzo, La Gloria de Villacarriedo. Esa es mi Montaña, qué Cantabria ni Cantabria.ANTONIO BURGOS.

lunes, 15 de febrero de 2010

Chocolate belga, una historia deliciosa


Los chocolates belgas están deliciosos, y quizás podríamos decir que estamos ante los mejores del mundo. No hay mejor detalle, después de un viaje a Bélgica, que traer una cajita de chocolate. Bruselas y Amberes, por ejemplo, tienen muchas pequeñas tiendas donde el chocolate es el regalo favorito. Hoy en día se puede comprar el chocolate belga incluso por Internet, aunque claro, nada resultará más encantador como acercarnos nosotros mismos a las tiendas o las panaderías. Claro que será un reto complicado abandonar los hoteles en Bélgica rumbo a casa sin hincarle el diente al chocolate comprado.
Pero no pensemos en eso y hablemos un poco sobre esta delicia…
Jean Neuhaus llegó desde Suiza a Bélgica en 1857, y se instaló con su cuñado, farmacéutico de Bruselas, en la Galería de Queens, una galería muy conocida en el centro de Bruselas (de hecho, se trata de la primera galería cubierta de Europa). Allí abrió lo que parecía una panadería-farmacia, como queriendo darle un sabor dulce a los medicamentos de la época, que tenían un sabor horrible. La fábrica en sí se convirtió en un hecho algunos años más tarde, concretamente en 1912, cuando Jean, el nieto de Jean Neuhaus, bautizó a los bombones de chocolate como pralinés.
Unos años más tarde, Ballottine, la esposa de Jean, descubrió la mejor forma de presentar los pralinés, colocando cada uno de ellos en una cajita para darle un realce y un gusto encantador.
Hoy en día Neuhaus, Leónidas, Callebaut, Meurris, Cote D’Or, Guylian y Godiva son algunas de las marcas más conocidas de chocolate belga. Callebaut es el productor de chocolate de las grandes empresas, cuya empresa dueña ahora mismo es Suchard Swiz.
Leónidas, por ejemplo, es uno de los chocolates más baratos de la gama anterior, y existe desde 1970, cuando una familia greco-turca llegó a Bélgica. Se asentaron en Gante, donde abrieron una tienda de dulces, y al ver que el chocolate era el favorito de los belgas, entró en el mercado.
Hoy en día suele ser muy común pasear por cualquier ciudad belga y encontrar sus escaparates decorados con estas delicatessen. Seguro que no os vais a poder resistir a la tentación. Probad algunas de las muchas variedades de chocolate que encontraréis. Seguro que alguna de ellas, o todas, como a mí, os deleitarán.

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