VI Domingo del Tiempo ordinario
Evangelio
En aquel tiempo bajó Jesús del monte con los Doce y se paró en un llano con un grupo grande de discípulos y de pueblo, procedente de toda Judea, de Jerusalén y de la costa de Tiro y de Sidón. Él, levantando los ojos hacia sus discípulos, les dijo:
«Dichosos los pobres, porque vuestro es el reino de Dios. Dichosos los que ahora tenéis hambre, porque quedaréis saciados. Dichosos los que ahora lloráis, porque reiréis. Dichosos vosotros cuando os odien los hombres, y os excluyan, y os insulten y proscriban vuestro nombre como infame, por causa del Hijo del hombre. Alegraos ese día y saltad de gozo, porque vuestra recompensa será grande en el cielo. Eso es lo que hacían vuestros padres con los profetas.
Pero, ¡ay de vosotros los ricos, porque ya tenéis vuestro consuelo! ¡Ay de vosotros los que estáis saciados, porque tendréis hambre! ¡Ay de los que ahora reís, porque haréis duelo y lloraréis! ¡Ay si todo el mundo habla bien de vosotros! Eso es lo que hacían vuestros padres con los falsos profetas».
Lucas 6, 17.20-26
Comentario
Este domingo está marcado en el calendario con letras mayúsculas, porque celebramos la Campaña contra el hambre en el mundo de Manos Unidas. No pasa desapercibida, ya que todos los años se le da volumen al altavoz para que recordemos los dolores y carencias de este planeta tierra. No nos viene mal que las mujeres de Manos Unidas nos bajen los humos de nuestros sueños y de nuestras fantasías, propios de países acomodados, y nos hagan tocar tierra. Estas voluntarias nos proyectan el mundo real, a las personas que lo pasan muy mal, con hambre y sed, víctimas de violencias y malos tratos, sin medios y sin cultura. Nos tienden una mano amiga y nos dicen que los pobres son hijos queridos de Dios.
Notemos también cómo, en el Evangelio de esta semana, aparecen las preferencias de Nuestro Señor Jesús, de la mano del evangelista san Lucas. Lo primero que salta a la vista es el corazón de Dios, al que no le pasan desapercibidas las necesidades y los problemas de la gente. Jesucristo decidió bajar del monte a la llanura, al encuentro con su pueblo; le ha bastado una mirada para saber de sus hambres, penurias y carencias. Él, a quien todos esperaban, la Palabra de Dios cumplida, les anuncia la Buena Noticia: que ha venido a vendar los corazones desgarrados, a dar la amnistía a los cautivos, la libertad a los prisioneros, a los afligidos el consuelo y el pan a los hambrientos, el agua al que tiene sed y la Buena Nueva a los pobres... Lo verdaderamente maravilloso es que a todo aquel que pensaba que no tenía arreglo, que estaba perdido..., se encontró con el regalo de la esperanza: ¡Tu Dios reina! ¡Dios ha inaugurado su reino!
El mensaje precioso que oiremos, en este domingo, será que Jesús es ya nuestra salvación; oiremos que los sufridos, marginados y desgraciados de este mundo sois ya dichosos, que los que ahora lloran reirán. San Lucas, que piensa en las condiciones de existencia de los cristianos de su tiempo, les anima a la esperanza; por esta razón habla de ahora, señalando el presente; hoy mismo, no hay que esperar al futuro, ahora ya habéis entrado vosotros en el hoy de la salvación.
Cristianos, ¡saltad de gozo los que vestíais luto, pensando que no teníais salvación! ¡Llenaos de alegría, porque Jesús os declara dichosos, que Dios manifiesta su solicitud con los que sufren, con los marginados...! El Evangelio parece decirnos que hay misericordia para vosotros, porque Dios se ha cansado de veros sufrir. Dios está con vosotros. Se entiende por qué san Lucas termina el Evangelio de este próximo domingo con tanta dureza: los que ponen sus esperanzas en las cosas de este mundo son unos desdichados, sencillamente porque no se fían de Dios.
+ José Manuel Lorca Planes
obispo de Cartagena
y A.A. de Teruel y Albarracín
En aquel tiempo bajó Jesús del monte con los Doce y se paró en un llano con un grupo grande de discípulos y de pueblo, procedente de toda Judea, de Jerusalén y de la costa de Tiro y de Sidón. Él, levantando los ojos hacia sus discípulos, les dijo:
«Dichosos los pobres, porque vuestro es el reino de Dios. Dichosos los que ahora tenéis hambre, porque quedaréis saciados. Dichosos los que ahora lloráis, porque reiréis. Dichosos vosotros cuando os odien los hombres, y os excluyan, y os insulten y proscriban vuestro nombre como infame, por causa del Hijo del hombre. Alegraos ese día y saltad de gozo, porque vuestra recompensa será grande en el cielo. Eso es lo que hacían vuestros padres con los profetas.
Pero, ¡ay de vosotros los ricos, porque ya tenéis vuestro consuelo! ¡Ay de vosotros los que estáis saciados, porque tendréis hambre! ¡Ay de los que ahora reís, porque haréis duelo y lloraréis! ¡Ay si todo el mundo habla bien de vosotros! Eso es lo que hacían vuestros padres con los falsos profetas».
Lucas 6, 17.20-26
Comentario
Este domingo está marcado en el calendario con letras mayúsculas, porque celebramos la Campaña contra el hambre en el mundo de Manos Unidas. No pasa desapercibida, ya que todos los años se le da volumen al altavoz para que recordemos los dolores y carencias de este planeta tierra. No nos viene mal que las mujeres de Manos Unidas nos bajen los humos de nuestros sueños y de nuestras fantasías, propios de países acomodados, y nos hagan tocar tierra. Estas voluntarias nos proyectan el mundo real, a las personas que lo pasan muy mal, con hambre y sed, víctimas de violencias y malos tratos, sin medios y sin cultura. Nos tienden una mano amiga y nos dicen que los pobres son hijos queridos de Dios.
Notemos también cómo, en el Evangelio de esta semana, aparecen las preferencias de Nuestro Señor Jesús, de la mano del evangelista san Lucas. Lo primero que salta a la vista es el corazón de Dios, al que no le pasan desapercibidas las necesidades y los problemas de la gente. Jesucristo decidió bajar del monte a la llanura, al encuentro con su pueblo; le ha bastado una mirada para saber de sus hambres, penurias y carencias. Él, a quien todos esperaban, la Palabra de Dios cumplida, les anuncia la Buena Noticia: que ha venido a vendar los corazones desgarrados, a dar la amnistía a los cautivos, la libertad a los prisioneros, a los afligidos el consuelo y el pan a los hambrientos, el agua al que tiene sed y la Buena Nueva a los pobres... Lo verdaderamente maravilloso es que a todo aquel que pensaba que no tenía arreglo, que estaba perdido..., se encontró con el regalo de la esperanza: ¡Tu Dios reina! ¡Dios ha inaugurado su reino!
El mensaje precioso que oiremos, en este domingo, será que Jesús es ya nuestra salvación; oiremos que los sufridos, marginados y desgraciados de este mundo sois ya dichosos, que los que ahora lloran reirán. San Lucas, que piensa en las condiciones de existencia de los cristianos de su tiempo, les anima a la esperanza; por esta razón habla de ahora, señalando el presente; hoy mismo, no hay que esperar al futuro, ahora ya habéis entrado vosotros en el hoy de la salvación.
Cristianos, ¡saltad de gozo los que vestíais luto, pensando que no teníais salvación! ¡Llenaos de alegría, porque Jesús os declara dichosos, que Dios manifiesta su solicitud con los que sufren, con los marginados...! El Evangelio parece decirnos que hay misericordia para vosotros, porque Dios se ha cansado de veros sufrir. Dios está con vosotros. Se entiende por qué san Lucas termina el Evangelio de este próximo domingo con tanta dureza: los que ponen sus esperanzas en las cosas de este mundo son unos desdichados, sencillamente porque no se fían de Dios.
+ José Manuel Lorca Planes
obispo de Cartagena
y A.A. de Teruel y Albarracín
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