YO soy mucho de la Montaña. Soy de la Montaña de toda la vida. De la mar de Castilla. De la que crió a media España con el Pelargón que Nestlé hacía en La Penilla. Soy de la Montaña del sobao pasiego.La que inventó la emigración antes que nadie y eso de los emprendedores antes que existiera tal palabra. Hablo de la Montaña de los montañeses de Sevilla y de los chicucos de Cádiz. La de los jándalos que se vinieron a trabajar a Andalucía con pantalón corto, se pasaron la vida detrás del mostrador de un almacén de ultramarinos o de una tienda de comestibles, durmieron debajo de ese mismo mostrador sin quitarse el babi de crudillo, ahorraron y cuando tuvieron un dinero se establecieron como comerciantes, con tiendas que pregonaban poemáticos nombres en recuerdo de su tierra: El Valle del Pas, La Flor de Toranzo, La Gloria de Villacarriedo. Esa es mi Montaña, qué Cantabria ni Cantabria.ANTONIO BURGOS.

sábado, 5 de junio de 2010

Dies Domini:Solemnidad del Corpus Christi





Evangelio


En aquel tiempo, Jesús se puso a hablar a la gente del reino de Dios, y curó a los que lo necesitaban. Caía la tarde y los Doce se le acercaron a decirle: «Despide a la gente; que vayan a las aldeas y cortijos de alrededor a buscar alojamiento y comida, porque aquí estamos en descampado».
Él les contestó: «Dadles vosotros de comer».
Ellos replicaron: «No tenemos más que cinco panes y dos peces; a no ser que vayamos a comprar de comer para todo este gentío». (Porque eran unos cinco mil hombres).
Jesús dijo a sus discípulos: «Decidles que se echen en grupos de unos cincuenta».
Lo hicieron así, y todos se echaron. Él, tomando los cinco panes y los dos peces, alzó la mirada al cielo, pronunció la bendición sobre ellos, los partió y se los dio a los discípulos para que se los sirvieran a la gente. Comieron todos y se saciaron, y cogieron las sobras: doce cestos.
Lucas 9, 11b-17

Comentario


El Evangelio que nos regala la Iglesia para esta solemnidad del Corpus Christi es estupendo para poder caer en la cuenta de que los planes de Dios no son los de los hombres. Os ruego que hagáis una lectura serena y os detengáis en la reacción de los discípulos, y en la de Jesús; a los discípulos, cuando llega el atardecer, se les acabaron las ideas y buscaron una solución fácil, bastante cómoda, y es que, como no se puede hacer nada, puesto que estamos en descampado, que la gente se vaya a sus casas, que se apañen como puedan... ¡Cuánto se parece aquella situación a nuestros días! Por otra parte, está Jesús que les ofrece a los discípulos una solución comprometedora, les implica en la vida de su prójimo diciéndoles: «Dadles vosotros de comer». Entonces es cuando ellos descubren que hay posibilidades, aunque sean pocas, pero las hay: «No tenemos mas que cinco panes y dos peces». La pedagogía del Señor es determinante, la misma que utiliza con nosotros hoy.
Si ese primer momento, cuando abre el corazón de los discípulos a los que le rodeaban, fue bello por todo lo que supone ayudar al hermano, el segundo momento de Jesús es fantástico, porque Jesús da de comer a ese gentío de una manera extraordinaria, aunque no acaba ahí el sentido. En la narración, el evangelista san Lucas desvela el sentido profundo del relato y cómo se resalta el contexto eucarístico. El evangelista está muy concienciado de esta dimensión y nos lleva a observar que los comensales compartieron con sencillez y alegría aquella mesa común. Se trata de una característica esencial para la Iglesia naciente, esencial en la experiencia del evangelista, porque lo destaca también en los Hechos de los Apóstoles al describir cómo los que habían acogido la fe, «partían el pan por las casas y tomaban el alimento con alegría y sencillez de corazón». La Eucaristía impulsa a la comunidad de los discípulos hacia ese horizonte fraterno que estamos llamados a vivir como don y tarea permanente.
Potenciando el sentido teológico, podemos decir que la Eucaristía infunde en los convidados la caridad de Cristo que vino a buscar lo que estaba perdido, a reunir a los hijos de Dios dispersos y a dar un puesto de honor a los más vulnerables e indefensos. La fe, lejos de dividir, aúna a todos en Cristo, pues en Él ha de ser todo reconciliado, según el designio divino. En la escena de la fracción del pan, Cristo sigue lavándonos los pies y alimentándonos con su Cuerpo, para que encontremos alegría en el servicio al hermano; es el lugar de la más plena integración fraterna. A esta esperanza estamos convocados: saber que es posible la civilización del amor...
+ José Manuel Lorca Planes obispo de Cartagena
y A.A. de Teruel y Albarracín

www.alfayomega.es


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