YO soy mucho de la Montaña. Soy de la Montaña de toda la vida. De la mar de Castilla. De la que crió a media España con el Pelargón que Nestlé hacía en La Penilla. Soy de la Montaña del sobao pasiego.La que inventó la emigración antes que nadie y eso de los emprendedores antes que existiera tal palabra. Hablo de la Montaña de los montañeses de Sevilla y de los chicucos de Cádiz. La de los jándalos que se vinieron a trabajar a Andalucía con pantalón corto, se pasaron la vida detrás del mostrador de un almacén de ultramarinos o de una tienda de comestibles, durmieron debajo de ese mismo mostrador sin quitarse el babi de crudillo, ahorraron y cuando tuvieron un dinero se establecieron como comerciantes, con tiendas que pregonaban poemáticos nombres en recuerdo de su tierra: El Valle del Pas, La Flor de Toranzo, La Gloria de Villacarriedo. Esa es mi Montaña, qué Cantabria ni Cantabria.ANTONIO BURGOS.

domingo, 4 de julio de 2010

Marcos Redondo






Marcos Redondo, (Pozoblanco, 1893 - Barcelona, 1976) es un cantante español de ópera y zarzuela, considerado uno de los cantantes líricos españoles más importantes del siglo XX, no sólo por su larga carrera de más de treinta y cinco años y por la intensa actividad que desarrolló (llegó a cantar trescientas sesenta y dos zarzuelas en un año), sino sobre todo por sus excelentes cualidades artísticas. Marcos Redondo poseía una voz de barítono potente, casi de tenor, que manejaba a su antojo según lo requiriera el papel; combinó brillo y pureza con expresividad, lo que unido a un timbre característico, muy personal, dio como resultado unas interpretaciones difíciles de superar.

Empezó a cantar muy de niño en el coro de la catedral de Ciudad Real, adonde le habían llevado a vivir con sus abuelos tras la muerte de su padre. En el Teatro Circo de dicha ciudad realizó sus primeras actuaciones, cantando unas romanzas de ópera y zarzuela. Ya en Madrid, ingresó en el Conservatorio de la capital donde recibió clases de Ignacio Tabuyo, magnífico educador de voces, al mismo tiempo que ganaba algún dinero como cantor de Iglesia.

En 1915 participó con un papel secundario en una Traviata representada en el Teatro Real, y con esta obra se presentó en 1919 en el Gran Teatro de Madrid con la parte de Germont. El mismo año se desplazó a Italia -donde había estado anteriormente formando repertorio con los maestros Franceschi y Bettinelli- para dar una serie de conciertos en teatros de provincias que comenzó con La forza del destino en Monza.

En 1923 debutó en el Liceo de Barcelona, cuya temporada con Manon Lescaut, de Puccini; en esta época ya había alcanzado un cierto renombre en la ópera, reafirmado con una nueva gira por Italia y otra en México y Cuba. De su repertorio operístico también destacaron La favorita, Los Payasos, Il piccolo Marat y una Carmen junto a Conchita Supervia y Antonio Cortis.



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