YO soy mucho de la Montaña. Soy de la Montaña de toda la vida. De la mar de Castilla. De la que crió a media España con el Pelargón que Nestlé hacía en La Penilla. Soy de la Montaña del sobao pasiego.La que inventó la emigración antes que nadie y eso de los emprendedores antes que existiera tal palabra. Hablo de la Montaña de los montañeses de Sevilla y de los chicucos de Cádiz. La de los jándalos que se vinieron a trabajar a Andalucía con pantalón corto, se pasaron la vida detrás del mostrador de un almacén de ultramarinos o de una tienda de comestibles, durmieron debajo de ese mismo mostrador sin quitarse el babi de crudillo, ahorraron y cuando tuvieron un dinero se establecieron como comerciantes, con tiendas que pregonaban poemáticos nombres en recuerdo de su tierra: El Valle del Pas, La Flor de Toranzo, La Gloria de Villacarriedo. Esa es mi Montaña, qué Cantabria ni Cantabria.ANTONIO BURGOS.

sábado, 10 de julio de 2010

XV Domingo del Tiempo ordinario





Evangelio
En aquel tiempo se presentó un letrado y le preguntó a Jesús para ponerlo a prueba: «Maestro, ¿qué tengo que hacer para heredar la vida eterna?»
Él le dijo: «¿Qué está escrito en la Ley?, ¿qué lees en ella?»
El letrado contestó: «Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con todas tus fuerzas, y con todo tu ser. Y al prójimo como a ti mismo».
Él le dijo: «Bien dicho. Haz esto y tendrás la vida».
Pero el letrado, queriendo aparecer como justo, preguntó a Jesús: «¿Y quién es mi prójimo?»
Jesús dijo: «Un hombre bajaba de Jerusalén a Jericó, cayó en manos de unos bandidos, que lo desnudaron, lo molieron a palos y se marcharon, dejándolo medio muerto. Por casualidad, un sacerdote bajaba por aquel camino, y, al verlo, dio un rodeo y pasó de largo. Y lo mismo hizo un levita que llegó a aquel sitio: al verlo, dio un rodeo y pasó de largo. Pero un samaritano, que iba de viaje, llegó adonde estaba él y, al verlo, le dio lástima, se le acercó, le vendó las heridas, echándoles aceite y vino, y, montándolo en su propia cabalgadura, lo llevó a una posada y lo cuidó. Al día siguiente, sacó dos denarios, y, dándoselos al posadero, le dijo: Cuida de él, y lo que gastes de más yo te lo pagaré a la vuelta. ¿Cuál de estos tres te parece que se portó como prójimo del que cayó en manos de los bandidos?»
El letrado contestó: «El que practicó la misericordia con él».
Díjole Jesús: «Anda, haz tú lo mismo».
Lucas 10, 25-37

Comentario

Hoy tendríamos que oír el Evangelio que nos propone la Iglesia puestos de rodillas, porque Jesús está inmenso en el diálogo con el letrado. Mientras éste se aferra a la ley como respuesta a todo, Jesús le ofrece otro camino más amplio y hermoso, que la tiene en cuenta, que no la excluye, sino que le da sentido: el amor. Lo que le propone Jesús es muy sencillo, poner en práctica lo que le dice la ley, que haga suya la letra, que entre dentro de su ser y salte de la música de las palabras a los hechos. Por dos veces recoge el evangelista eso de: Venga, hombre, muy bien, pero ponlo en práctica. Conocíamos las intransigencias de quien toma la letra de la ley como norma, pero este anónimo personaje ha querido ahogar al Señor con una pregunta capciosa, así tendrá argumentos para poderle atacar, pero, ¡qué sabio es Dios! La Palabra nos invita a caminar en el amor.
La segunda trampa que le tiende el inocente letrado es de una maldad grave, pero la respuesta de Jesús, con el ejemplo que le expone, es la de un Maestro. Al final, vuelve a indicarle, llevándolo a su terreno, que la solución a sus preguntas vuelve a estar en que cumpla lo que dice, que el amor le acercará a Dios y al hombre, que la respuesta es el amor.
Os invito a que releáis la encíclica del Papa Benedicto XVI Deus caritas est, porque esta semana os ayudará mucho. La doctrina y la belleza de esta encíclica cooperará a profundizar más en nuestra vida como respuesta al amor de Dios: «Puesto que es Dios quien nos ha amado primero, ahora el amor ya no es sólo un mandamiento, sino la respuesta al don del amor, con el cual viene a nuestro encuentro». El Papa te está dando la respuesta que te gustaría a ti haberle dicho al letrado: «Mi prójimo es cualquiera que tenga necesidad de mí y que yo pueda apoyar. Se universaliza el concepto del prójimo, pero permaneciendo concreto». Con el ejemplo de Jesús, el del Buen Samaritano, da explicación de lo que significa el amor que proclama, y así lo recoge el Papa: «Ahora, el amor es ocuparse y preocuparse por el otro. Ya no se busca a sí mismo, sumirse en la embriaguez de la felicidad, sino que ansía más bien el bien del amado: se convierte en renuncia, está dispuesto al sacrificio, más aún, lo busca».
No está mal que al comienzo de este verano, con tiempo por delante de descanso, hagamos espacio para leer la encíclica y reflexionar sobre lo que significa amar de verdad. El estilo es éste: La caridad cristiana es la respuesta inmediata a una necesidad inmediata. Jesús nos pide un amor samaritano.
+ José Manuel Lorca Planes
obispo de Cartagena
y A.A. de Teruel y Albarracín

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