YO soy mucho de la Montaña. Soy de la Montaña de toda la vida. De la mar de Castilla. De la que crió a media España con el Pelargón que Nestlé hacía en La Penilla. Soy de la Montaña del sobao pasiego.La que inventó la emigración antes que nadie y eso de los emprendedores antes que existiera tal palabra. Hablo de la Montaña de los montañeses de Sevilla y de los chicucos de Cádiz. La de los jándalos que se vinieron a trabajar a Andalucía con pantalón corto, se pasaron la vida detrás del mostrador de un almacén de ultramarinos o de una tienda de comestibles, durmieron debajo de ese mismo mostrador sin quitarse el babi de crudillo, ahorraron y cuando tuvieron un dinero se establecieron como comerciantes, con tiendas que pregonaban poemáticos nombres en recuerdo de su tierra: El Valle del Pas, La Flor de Toranzo, La Gloria de Villacarriedo. Esa es mi Montaña, qué Cantabria ni Cantabria.ANTONIO BURGOS.

miércoles, 4 de agosto de 2010

Nuestra Zarzuela : El Bateo






Sainete en un acto dividido en cuatro cuadros en prosa y verso. Libro de Antonio Paso Cano y Antonio Domínguez. Música de Federico Chueca. Estreno: 7 de noviembre de 1901, en el Teatro de la Zarzuela, de Madrid. Acción en los barrios bajos de Madrid, época del estreno.

Personajes principales:

Nieves, madre del niño, soprano.
Visita, antigua novia de Lolo, soprano.
Doña Valeriana, madre de Nieves, actriz
Wamba, padrino del bautizo, tenor
Lolo, padre del niño, actor
Pamplinas, antiguo novio de Nieves, actor
Virginio, enamorado de Visita, tenor
Película, el fotógrafo, tenor cómico

Argumento
En un barrio popular se hacen los preparativos para el bautizo del hijo natural de Nieves y Lolo. Wamba, un caricaturesco revolucionario de salón, será el padrino. En escena aparece Nieves tan enfurecida como nerviosa. Doña Valeriana le pregunta la causa de su estado y Nieves le cuenta la aparición de Pamplinas -su antiguo novio- que está decidido a impedir el bautizo como sea. Son ahora Virginio y Visita quienes acceden a las tablas. Esta última aprovecha para decir a Virgino que Nieves recibe a un hombre en su casa y por la noche. Todas las sospechas recaen en Pamplinas y los vecinos dudan -entonces- de la paternidad de Lolo.

La situación -el enorme lío- alcanza su clímax cuando en la iglesia y superadas las impertinencias e inconvenientes de Wamba, el cura pregunta por el nombre del padre de la criatura. Pamplinas desmiente la respuesta que acaba de dar Lolo y, naturalmente el bautizo –el bateo- no se celebra.

En el cuadro siguiente, Wamba está en el merendero donde se iba a celebrar el aspecto pagano de la ceremonia. Busca a Lolo que ha desaparecido, lo mismo que Pamplinas. Valeriana y Nieves tampoco han encontrado a los hombres. Todos temen que estén por ahí peleando. Cuando aparecen, tranquilamente como dos buenos amigos, Lolo pide a Pamplinas que confiese ante todos lo que acaba de decirle en privado. El interfecto toma aire y hace pública la noticia de que un hombre entra todas las noches en casa de doña Valeriana, la madre de Nieves. Lolo pregunta a Nieves si es cierto, pero antes de que ésta conteste, Wamba confiesa ser él ese hombre del que se habla. Ante la sorpresa general el revolucionario descubre su amor por Valeriana.

Tras este inesperado desenlace, todo se arregla. Lolo abraza a Nieves, de la que llegó a dudar y Valeriana hace lo propio con Wamba. Al final habrá bautizo … y boda.

Comentario
De ambiente barriobajero, desenfadado y festivo, El bateo es, como La Gran Vía, un retrato del pueblo. La impresión que produjo su estreno quedó reflejada en las páginas de El Imparcial que, tras deshacerse en elogios increíbles sobre el sainete, concluye la reseña del acontecimiento con esta frase: "Del primer compás al último, la música, lleva el sello de fábrica. Es Chueca pura, legítima, infalsificable".

Dos años estuvo Antonio Domínguez con el libreto de El bateo bajo el brazo, de teatro en teatro, sin que nadie le prestara la mínima atención. Al fin fue a dar a la Zarzuela y por casualidad la obra le fue aceptada. La empresa del coliseo madrileño dio el libreto a Antonio Paso que hizo algún que otro arreglo y encargó la música a Chueca. De este modo El bateo fue la única zarzuela que don Federico estrenó en el teatro de la calle de Jovellanos.

Para El bateo escribió Chueca una música excelente; construyó un cuadro desenfadado y hasta cínico si se quiere. Todos los números poseen una popularidad envidiable, especialmente el célebre tango de Wamba, aquel que comienza diciendo: "El día que yo gobierne...", toda una declaración de intenciones por la que no parece haber pasado el tiempo. Merecen destacarse también, el coro inicial, a ritmo de sevillanas en que los madrileños se quejan de su Ayuntamiento (“En el Lavapiés…"), el chispeante dúo de Virginio y Visita (“Yo me llamo Virginio Lechuga”), el conocidísimo popurrí de los organilleros (“Somos los organilleros”), que declaran nada menos que una huelga, y la simpática polca del fotógrafo (“¡Qué grupo más bonito!”), para inmortalizar el acontecimiento.

José Prieto Marugán,
http://www.opusmusica.com

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