YO soy mucho de la Montaña. Soy de la Montaña de toda la vida. De la mar de Castilla. De la que crió a media España con el Pelargón que Nestlé hacía en La Penilla. Soy de la Montaña del sobao pasiego.La que inventó la emigración antes que nadie y eso de los emprendedores antes que existiera tal palabra. Hablo de la Montaña de los montañeses de Sevilla y de los chicucos de Cádiz. La de los jándalos que se vinieron a trabajar a Andalucía con pantalón corto, se pasaron la vida detrás del mostrador de un almacén de ultramarinos o de una tienda de comestibles, durmieron debajo de ese mismo mostrador sin quitarse el babi de crudillo, ahorraron y cuando tuvieron un dinero se establecieron como comerciantes, con tiendas que pregonaban poemáticos nombres en recuerdo de su tierra: El Valle del Pas, La Flor de Toranzo, La Gloria de Villacarriedo. Esa es mi Montaña, qué Cantabria ni Cantabria.ANTONIO BURGOS.

domingo, 13 de febrero de 2011

VI Domingo del Tiempo ordinario





Más allá de la letra pequeña


Jesús está en pleno Sermón del Monte y, por eso, lo que dice hay que escucharlo en el mismo clima de las Bienaventuranzas. Jesús está hablando de un modo de vida, el suyo y el de los suyos. Y, en este texto, suma y sigue con sus propuestas. Lo que sucede es que Jesús ha percibido que sus oyentes se están haciendo preguntas. Por eso les dice: «No creáis que he venido a abolir la Ley y los Profetas...» Jesús, que se ha dado cuenta de que se preguntan qué va a suceder con los viejos preceptos en los que han vivido de generación en generación, les tranquiliza; y a cuantos se planteaban estas cuestiones les responde que no se preocupen, que los mandamientos de Dios siguen siendo válidos y necesarios, porque fueron grabados en el corazón del hombre por su Palabra eterna. «Antes pasarán el cielo y la tierra que deje de cumplirse una sola letra o tilde de la Ley». Pero, eso sí, ahora hay que cumplirlos más allá de esa letra pequeña, con la que los cumplían los escribas y fariseos. Ahora, los mandamientos de Dios hay que vivirlos con la letra grande, muy grande, del amor de Dios y al prójimo, de la ley nueva que enseña Jesús, esa que le da plenitud a la Ley y a los Profetas. Ahora, todo ha de pasar por el interior del ser humano y no puede quedarse en el cumplimiento externo, reducido, literal y legalista, ese que había convertido en esclavitud lo que Dios había ofrecido al hombre para su libertad.
Como Jesús está en diálogo con las preguntas de sus oyentes, es fiel a sí mismo y desciende a la arena de la vida, a la práctica diaria de los hombres y mujeres de su tiempo, y, con varios ejemplos, explica en qué consiste esa novedad. Utiliza para ello dos expresiones que en sí mismas reflejan el cambio: Habéis oído que se dijo a los antiguos; y pero yo os digo. Y, entre ellas, sitúa algunas de las cuestiones más comunes de la vida de la gente, en las que tendrán que aplicar no sólo la antigua ley, sino también el nuevo estilo de vida que Él está enseñando desde ese monte. Y, a partir de cada una de esas cuestiones, presenta el camino de plenitud que Él propone.
Lean y comprobarán que, en el itinerario que Jesús diseña, no viene a abolir nada, sino que perfecciona el Decálogo hasta las últimas consecuencias: invita a pasar los mandamientos por el corazón y a amarlos. Ésa es la clave que propone Jesús: amar y vivir la voluntad del Señor, que es voluntad de amor; pero siempre en un camino en el que cada paso es importante y cada paso apuntala el anterior, sin anularlo. Cada mandamiento de Dios y de la Iglesia es necesario, aunque sabiendo que es sólo el primer peldaño de una subida en la que hay que apuntar a lo más alto, a la perfección, a la santidad.
+ Amadeo Rodríguez Magro
obispo de Plasencia


Evangelio

En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos: «No creáis que he venido a abolir la Ley y los Profetas: no he venido a abolir, sino a dar plenitud. En verdad os digo que antes pasarán el cielo y la tierra que deje de cumplirse hasta la última letra o tilde de la Ley. El que se salte uno solo de los preceptos menos importantes y se lo enseñe así a los hombres, será el menos importante en el reino de los cielos. Pero quien los cumpla y enseñe será grande en el reino de los cielos. Porque os digo que, si vuestra justicia no es mayor que la de los escribas y fariseos, no entraréis en el reino de los cielos.
Habéis oído que se dijo a los antiguos: No matarás, y el que mate será reo de juicio. Pero yo os digo: todo el que se deja llevar de la cólera contra su hermano, será procesado. Habéis oído que se dijo: No cometerás adulterio. Pero yo os digo: todo el que mira a una mujer deseándola, ya ha cometido adulterio con ella en su corazón. Se dijo: El que repudie a su mujer, que le dé acta de repudio. Pero yo os digo que, si uno repudia a su mujer -no hablo de unión ilegítima- y se casa con otra, comete adulterio. También habéis oído que se dijo a los antiguos: No jurarás en falso y Cumplirás tus juramentos al Señor. Pero yo os digo que no juréis en absoluto. Que vuestro hablar sea Sí, Sí; No, No. Lo que pasa de ahí viene del Maligno.

Mateo 5, 17-37

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