YO soy mucho de la Montaña. Soy de la Montaña de toda la vida. De la mar de Castilla. De la que crió a media España con el Pelargón que Nestlé hacía en La Penilla. Soy de la Montaña del sobao pasiego.La que inventó la emigración antes que nadie y eso de los emprendedores antes que existiera tal palabra. Hablo de la Montaña de los montañeses de Sevilla y de los chicucos de Cádiz. La de los jándalos que se vinieron a trabajar a Andalucía con pantalón corto, se pasaron la vida detrás del mostrador de un almacén de ultramarinos o de una tienda de comestibles, durmieron debajo de ese mismo mostrador sin quitarse el babi de crudillo, ahorraron y cuando tuvieron un dinero se establecieron como comerciantes, con tiendas que pregonaban poemáticos nombres en recuerdo de su tierra: El Valle del Pas, La Flor de Toranzo, La Gloria de Villacarriedo. Esa es mi Montaña, qué Cantabria ni Cantabria.ANTONIO BURGOS.

martes, 22 de marzo de 2011

Nuestra provincia ha sufrido veintiún terremotos en la Historia


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El último movimiento se detectó a las 13.44 horas del 30 de agosto de 2010 a 65 kilómetros al noroeste del Cabo Machichaco, con una duración de 2,20 segundos, y con una magnitud de 2,8 en la escala Richter

El dato lleva la firma del Instituto Geográfico Nacional (IGN); un ente gubernamental que gestiona la Red Nacional de Estaciones Sísmicas -tres en la cornisa (Arriondas, Lanestosa y Pontenovas)- y que evalúa permanentemente todo movimiento tectónico, anómalo o no, que pueda producirse en territorio cántabro. «Nos trasmiten datos a Madrid en tiempo real vía satélite y, una vez procesados, nos permiten detectar la localización del epicentro, la magnitud, la profundidad, la tendencia...», explicó Emilio Carreño, máximo responsable de la Red.
En cuanto al mayor terremoto habido en la región, el Instituto cita a un sismo detectado el 11 de octubre de 1938. En aquella ocasión, el epicentro se localizó en el municipio de Arredondo; tuvo una magnitud de 4.9 en la Escala Richter y una intensidad VII en la Escala Mercalli. A continuación, y siempre según los datos aportados por el IGN, destaca un seísmo habido en el año 1965; un día después de la festividad de Reyes. Tuvo su epicentro en el municipio de Reocín; una magnitud de 4.1 en la Escala Richter y una intensidad VII en la Escala Mercalli.Datos todos ellos que, como reconoce Carreño, reflejan que «Cantabria es una comunidad autónoma como una peligrosidad sísmica muy baja dentro de la Península Ibérica (...) Además, no cabe esperar que se produzcan grandes terremotos en el futuro ya que no se han identificado fallas potencialmente peligrosas», señaló.«Que no haya especiales riesgos no es incompatible con que el servicio esté cubierto -apuntó Antonio Mañero, director del Instituto en Cantabria-. La red, básicamente, pretende éso; es decir, establecer una vigilancia sísmica en tiempo real y que, a la vez, sea exhaustiva (...) Y una vez localizado un sismo y un epicentro, dar aviso a la Delegación del Gobierno y al Gobierno autónomo correspondiente para que adopten las medidas que consideren precisas», concluyó.Ni un rasguñoAunque hay cántabros que dicen recordar vagamente el sismo de 1938, la realidad es que el volumen de daños registrado fue casi inapreciable.A tenor de las tablas oficiales de Richter y Mercalli, un terremoto de magnitud 4.9 «a menudo se siente, pero sólo causa daños menores». La intensidad VII, por su parte, revela oficialmente que se trata de seísmos «advertidos por todos. La gente huye al exterior. Daños sin importancia en edificios de buen diseño y construcción. Daños ligeros en estructuras ordinarias bien construidas; daños considerables en las débiles o mal planeadas; y rotura de algunas chimeneas. Estimado por las personas conduciendo vehículos en movimiento».Muy lejos por tanto del episodio habido en Java. O en otros muchos confines del planeta. Como referencia, la magnitud 8 de Richter -«destrucción total»-, o la intensidad XII de Mercalli: «Destrucción total. Ondas visibles sobre el terreno. Perturbaciones de las cotas de nivel (ríos, lagos y mares). Objetos lanzados en el aire hacia arriba». Definiciones que permiten visualizar perfectamente cualquier pasaje de Stephen King; o una escena cruenta de Ken Follet. Cantabria, sin embargo, está a salvo.

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