YO soy mucho de la Montaña. Soy de la Montaña de toda la vida. De la mar de Castilla. De la que crió a media España con el Pelargón que Nestlé hacía en La Penilla. Soy de la Montaña del sobao pasiego.La que inventó la emigración antes que nadie y eso de los emprendedores antes que existiera tal palabra. Hablo de la Montaña de los montañeses de Sevilla y de los chicucos de Cádiz. La de los jándalos que se vinieron a trabajar a Andalucía con pantalón corto, se pasaron la vida detrás del mostrador de un almacén de ultramarinos o de una tienda de comestibles, durmieron debajo de ese mismo mostrador sin quitarse el babi de crudillo, ahorraron y cuando tuvieron un dinero se establecieron como comerciantes, con tiendas que pregonaban poemáticos nombres en recuerdo de su tierra: El Valle del Pas, La Flor de Toranzo, La Gloria de Villacarriedo. Esa es mi Montaña, qué Cantabria ni Cantabria.ANTONIO BURGOS.

lunes, 10 de octubre de 2011

Félix Rodríguez, torero montañés que tomó la alternativa en la TAURINA Barcelona


A Félix Rodríguez le faltó el canto de un duro para ser figura del toreo. Su arte estuvo proyectado a base de la inteligencia y del dominio sin influencia alguna del «belmontismo», sino del «joselismo»

TEXTO: ANTONIO SANTAINÉS CIRÉS


 Félix Rodríguez nació en Santander el 26 de junio de 1905, en cuya capital prestaba servicio su padre como empleado de los Ferrocarriles del Norte. Pero trasladado el mismo a Valencia cuando Félix contaba pocos meses, como valenciano fue considerado éste.



Asegura don Ventura Bagüés, crítico inteligente y perspicaz analista «que le faltó el canto de un duro para ser figura del toreo y que su arte estuvo proyectado a base de la inteligencia y del dominio sin influencia alguna del "belmontismo", sinodel "joselismo" ». Abunda en estos principios Uno al Sesgo que define a Félix como «torero ecléctico, un resumen y compendio de lo mejor de todos (refiriéndose a los que estaban en vigencia en 1928). Largo en el repertorio, conocedor del oficio en sus diferentes aspectos, elegante en la ejecución, valeroso en todo momento, sabe torear como y donde le conviene a él y como le agrada al público.»



A estas opiniones, tan sustanciosas, añado el comentario que me hizo un día Mario Cabré: «...Antonio Márquez y Félix Rodríguez toreaban muy bien. Eran toreros para minorías, ¿sabes?»



De sus primeros pasos en Barcelona como novillero -en función picada- recojo la del 25 de marzo de 1924 en Las Arenas, alternando con Tomás Jiménez y Lagartito, con astados de García Pedrajas. Don Ventura comenta sobre Félix Rodríguez: «...ha dado el paso de becerrista a novillero y esta transición ha de conocerse algo hasta que el muchacho se halle "puesto"».



El 5 de abril de 1925 hizo su presentación en Madrid para estoquear novillos de López Quijano con el Andaluz y Torquito III y fue tan positivo el éxito obtenido que le permitió aquel año y el siguiente destacar entre los de su escalafón con aspiraciones a doctorarse en un futuro mediato.



Tal suceso ocurrió en Barcelona el 3 de abril de 1927 de manos de Victoriano Roges Valencia II por la cesión que le hizo del toro Giraldillo, de don José Bueno (Albaserrada) actuando de testigo Rayito. Félix Rodríguez le brindó la muerte del toro al gran artista valenciano Ruano Llopis, cumpliendo así una promesa que le hiciera en los albores de su peligrosa profesión. Dio la vuelta al ruedo en este toro, premio a una faena valiente. Con el sexto logró un triunfo resonante cortando una oreja.



Valencia II consiguió un éxito clamoroso rubricado con una cornada. Todo ocurrió en el segundo toro. Hizo un quite con unos lances de costado de tan vigorosa manifestación artística que el público, ebrio de entusiasmo, se alzó de sus asientos y le hizo dar la vuelta al ruedo mientras la música tocaba en su honor. Le volteó el toro al pasarlo de muleta, se agarró a las astas como pudo, se incorporó rabioso y al clavar el estoque hasta la bola, volvió a ser cogido y campaneado. Todos acudieron al quite, Félix coleó a la res pero todo era ya inútil, pues Victoriano había sufrido una cornada. A la enfermería se lo llevaron entre una ovación ensordecedora y la oreja como premio a su vergüenza torera. Y el cronista escribió:



¡Viva el arte y el valor!



¿Se llama usted Salvador?



Señores, no hablo en camelo,



Aquello tuvo sabor ....



de Frascuelo.



En Madrid confirmó dicho doctorado Félix el 24 del mismo mes por obra de Antonio Márquez, con Fausto Barajas de segundo espada y reses de José Aleas. Toreó en aquel año43 corridas con muchos triunfos en su haber. Una dolencia que empezó a amargarle la vida no le permitió torear más de 23 funcionesen1928,lasqueseconvirtieronen65 en1929.Afinalesde temporada marchó a Méjico donde tomó parte en seis corridas. En la plaza El Toreo obtuvo el 15 de diciembre del citado 1929 un triunfo apoteósico con el toro «Cafetero» de Piedras Negras cortando las orejas y el rabo. Pero los quebrantos de su salud le provocaron una lógica apatía, y en 1932 cuando llevaba toreadas doce corridas desistió de proseguir en la lucha.



En Barcelona toreó las siguientes corridas: En 1927, el 3 de abril, 5 y 12 de junio, 3 y 24 de julio y 9 de octubre. En 1929, el 10 de febrero, 31 de marzo y 5 de mayo. El 20 de abril de 1930 y en 1932, el 13 de marzo y 17 de abril. En total doce. Entre sus mejores actuaciones en nuestra ciudad están la del 5 de junio de 1927 alternando con el Gallo y Martín Agüero. Estoquearon seis toros de Graciliano Pérez Tabernero. Fue una jornada gloriosa para el arte del toreo. El mayoral de la ganadería dio la vuelta al ruedo después del tercer toro y terminada la corrida fue paseado en hombros. El día 12 del mismo mes alternó con Chicuelo y Valencia II, toros de Argimiro Pérez, rejoneando dos toros de Conradi Antonio Cañero. Cortó una oreja de cada toro -ya había cortado una oreja la tarde anterior- y Don Ventura decía: Si a este chico no le da pronto por entregarse a las delicias de Capua, va a dar que hablar pronto.



Permanecía olvidado cuando se hizo público que llevaba varios años postrado en el lecho víctima de una terrible parálisis.



En mi querido y llorado Dígame, con fecha 11 de febrero de 1941 se publicó una entrevista de Antonio Bellón a Félix Rodríguez. Entre varios temas recordaba Félix: «Me cogió un toro enCartagena, me volteó, y aunque no sufrí lesión exterior alguna, tuve la sensación que ninguno de mis huesos había quedado en su sitio. A partir de ese día me acometieron los dolores.... Si un papel de fumar me cayese sobre una rodilla me produciría dolor». Félix -dice Bellón- pide a su madre las medallas de oro que le acompañaron desde niño: la Virgen del Carmen, la Macarena, la Pilarica, Jesús del Gran Poder ... Esta última está abollada por el pitón de un miureño. Después de besarlas nos las enseña y comenta: «Me he desprendido de todo. Todo lo ganado se fue. Pero de estas medallitas no quisiera desprenderme».



Al salir de la modesta vivienda -termina Bellón- una mirada a la gran fotografía de la alternativa de Félix Rodríguez; a la instantánea de su salida triunfal de la Maestranza de Sevilla. Junto a ellas, el título de Perito Mercantil del desventurado diestro. Y, tras la firma del entrevistador, un título llamativo: ¡A él los toreros!



Antonio Márquez organizó en Madrid un festival a su beneficio para paliar los gastos de la terrible parálisis que padecía, el 3 de octubre de 1941 con Rafael el Gallo, Juan Belmonte (padre), Antonio Márquez, Marcial Lalanda, Domingo Ortega y Antonio Bienvenida. Renunciaron a los gastos Juan Belmonte y Rafael el Gallo; Juanito Belmonte hizo un donativo de 500 pesetas para una localidad y «para evitar el gasto de automóvil» los subalternos, se trasladaron a la plaza en Metro y tranvías. La cantidad líquida recaudada ascendió a 87.074,45 pesetas depositadas 80.000 en el Banco Urquijo y el resto, 7.074,45 entregadas a Félix Rodríguez. El infortunado diestro falleció en Madrid el 21 de enero de 1943.



Dedico esta página a un niño en los balbuceos de su vida. Su graciosa sonrisa cautiva y se llama Félix Rodríguez Güell. No será torero. Ni a los padres les gustaría. Pero cuando le cuenten o el niño de cautivadora sonrisa se haga hombre, se enterará de la responsabilidad que conlleva llamarse Félix Rodríguez. Y estudiará con ahínco que es otra manera de ser muy hombre y honrar a tan estupendo lidiador.










































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