YO soy mucho de la Montaña. Soy de la Montaña de toda la vida. De la mar de Castilla. De la que crió a media España con el Pelargón que Nestlé hacía en La Penilla. Soy de la Montaña del sobao pasiego.La que inventó la emigración antes que nadie y eso de los emprendedores antes que existiera tal palabra. Hablo de la Montaña de los montañeses de Sevilla y de los chicucos de Cádiz. La de los jándalos que se vinieron a trabajar a Andalucía con pantalón corto, se pasaron la vida detrás del mostrador de un almacén de ultramarinos o de una tienda de comestibles, durmieron debajo de ese mismo mostrador sin quitarse el babi de crudillo, ahorraron y cuando tuvieron un dinero se establecieron como comerciantes, con tiendas que pregonaban poemáticos nombres en recuerdo de su tierra: El Valle del Pas, La Flor de Toranzo, La Gloria de Villacarriedo. Esa es mi Montaña, qué Cantabria ni Cantabria.ANTONIO BURGOS.

lunes, 26 de marzo de 2012

Edificio del Banco Mercantil de Santander: detalle




El edificio está ubicado en un solar cuadrangular. Es obra de Casimiro Pérez de la Riva, que dio continuidad a los excesos escenográficos de los edificios administrativos finiseculares del siglo XIX. Su programa ornamental se hunde en el manierismo italiano, concediendo mayor importancia a los detalles puramente arquitectónicos, creados a base de líneas y motivos geométricos. Proliferan los contrastes de texturas, los almohadillados, las cornisas movidas, los elementos en voladizo, los huecos, molduras y adornos de diversa índole, en un verdadero delirio decorativo. El interior se organiza en torno a un amplio patio de planta octogonal iluminado por una gran claraboya con vidrieras de colores.
Construido en 1900, el arquitecto Javier González de Riancho reformó los interiores en el año 1913 basándose en las nuevas tendencias Art-Nouveau: escayolas pintadas, vidrios coloreados, bronces, capiteles con motivos florales de fundición, todo ello dentro de una exuberancia ornamental. Las sobrefachadas que proyectó Riancho fueron muy imitadas en edificios posteriores, sobre todo en aquellos de carácter comercial.
El edificio, que durante los años 20 albergó la diputación, es en definitiva un típico banco "fin de siglo", producto de uno de los momentos de oro de la economía española y más especialmente de la montañesa, testimonio del auge de la ciudad de Santander.


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