YO soy mucho de la Montaña. Soy de la Montaña de toda la vida. De la mar de Castilla. De la que crió a media España con el Pelargón que Nestlé hacía en La Penilla. Soy de la Montaña del sobao pasiego.La que inventó la emigración antes que nadie y eso de los emprendedores antes que existiera tal palabra. Hablo de la Montaña de los montañeses de Sevilla y de los chicucos de Cádiz. La de los jándalos que se vinieron a trabajar a Andalucía con pantalón corto, se pasaron la vida detrás del mostrador de un almacén de ultramarinos o de una tienda de comestibles, durmieron debajo de ese mismo mostrador sin quitarse el babi de crudillo, ahorraron y cuando tuvieron un dinero se establecieron como comerciantes, con tiendas que pregonaban poemáticos nombres en recuerdo de su tierra: El Valle del Pas, La Flor de Toranzo, La Gloria de Villacarriedo. Esa es mi Montaña, qué Cantabria ni Cantabria.ANTONIO BURGOS.

domingo, 1 de julio de 2012

XIII Domingo del Tiempo ordinario



Evangelio
En aquel tiempo, se acercó a Jesús un jefe de la sinagoga, llamado Jairo, y, al verlo, se echó a sus pies, rogándole: «Mi niña está en las últimas; ven, impón las manos sobre ella, para que se cure y viva». Se fue con él y lo seguía mucha gente que lo apretujaba. Había una mujer que padecía flujos de sangre desde hacía doce años... Acercándose entre la gente, le tocó el manto... Inmediatamente notó que estaba curada... Se le echó a los pies. Jesús le dice: «Hija, tu fe te ha salvado. Vete en paz».

Todavía estaba hablando, cuando llegaron de casa del jefe de la sinagoga para decirle: «Tu hija se ha muerto. ¿Para qué molestar más al Maestro?» Jesús alcanzó a oírlo y le dijo al jefe de la sinagoga: «No temas; basta que tengas fe». Llegaron a la casa y encuentra el alboroto de los que lloraban y se lamentaban a gritos, y les dijo: «¿Qué estrépito y lloros son éstos? La niña no está muerta; está dormida». Se reían de Él. Pero Él los echó fuera a todos y, con el padre y la madre de la niña y sus acompañantes, entró donde estaba la niña, la cogió de la mano y le dijo: «Talitha qumi» (Contigo hablo, niña, levántate). La niña se levantó y echó a andar; tenía doce años. Quedaron llenos de estupor. Insistió en que nadie se enterase; dijo que dieran de comer a la niña.

Marcos 5, 21-43

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