YO soy mucho de la Montaña. Soy de la Montaña de toda la vida. De la mar de Castilla. De la que crió a media España con el Pelargón que Nestlé hacía en La Penilla. Soy de la Montaña del sobao pasiego.La que inventó la emigración antes que nadie y eso de los emprendedores antes que existiera tal palabra. Hablo de la Montaña de los montañeses de Sevilla y de los chicucos de Cádiz. La de los jándalos que se vinieron a trabajar a Andalucía con pantalón corto, se pasaron la vida detrás del mostrador de un almacén de ultramarinos o de una tienda de comestibles, durmieron debajo de ese mismo mostrador sin quitarse el babi de crudillo, ahorraron y cuando tuvieron un dinero se establecieron como comerciantes, con tiendas que pregonaban poemáticos nombres en recuerdo de su tierra: El Valle del Pas, La Flor de Toranzo, La Gloria de Villacarriedo. Esa es mi Montaña, qué Cantabria ni Cantabria.ANTONIO BURGOS.

domingo, 10 de mayo de 2009

De pluma ajena: Iberismo


Reproduzco un interesante artículo de José Antonio Vera en el diario La Razón del pasado 18 de abril de 2009:
Iberismo
Las cosas cambian, y muchos portugueses creen que es cierto aquello de que la unión hace la fuerza
Leyendo el libro de Enric Juliana «La deriva de España» (RBA, temas de actualidad), me choco en sus últimas páginas con un tema apasionante: el iberismo. No deduzco que Juliana sea iberista, pero sí veo que el asunto le interesa. Es lógico, nos ocurre a muchos. El iberismo no es una ideología, pero sí un sentimiento. El hecho de que en el país vecino el 30 por ciento de la población no vea mal una hipotética unión no deja de ser sorprendente, sobre todo teniendo en cuenta el recelo tradicional que desde Portugal se ha tenido hacia todo lo que sonara a español. Pero las cosas cambian, y muchos portugueses creen que es cierto aquello de que la unión hace la fuerza. Otros no.El anti-españolismo ha sido una bandera muy popular para portugueses de todas las ideologías. Pero es una realidad que hoy el mundo está más próximo, incluso para dos países que se han dado la espalda. Ahora tenemos la misma moneda y no hay fronteras, seguimos las mismas directrices europeas en muchos ámbitos, y Lisboa y Madrid están cada vez más cerca.Creo que una hipotética unión tendría numerosas ventajas, y escasos inconvenientes. En la UE, la Confederación Ibérica sería el Estado más extenso de la Unión y el cuarto más poblado, con 55 millones de habitantes, lo que nos situaría al mismo nivel que Francia, Gran Bretaña e Italia a efectos de decisiones y repartos. Ganaría mucho España, pero probablemente más Portugal, que pasaría de estar en el furgón de cola a ocupar el vagón delantero, con un PIB conjunto aproximado de un millón de euros.Es evidente que una cuestión de este tipo no puede ser algo que se decida en varios días. Pero ahora no hay tantos recelos, y se podría empezar dando pasos pequeños. Ya se celebran las cumbres hispano-lusas y se acaba de crear un Consejo Ibérico de Defensa, para tomar decisiones conjuntas en el ámbito militar. ¿Por qué no hacerlo también en otros escenarios? El deportivo, por ejemplo, parece fundamental. Una liga ibérica de fútbol sería apoteósica, probablemente la más potente del mundo. O las comunicaciones. Si se puede ir y volver a Lisboa en tres horas de Ave, estaremos mucho más integrados en todos los aspectos. O en comunicación audiovisual. ¿Por qué no ver en España la TV portuguesa y en Portugal la española? Nos ayudaría mucho a familiarizarnos con el idioma, tan parecido en el léxico (tiene un 89 por ciento de similitud al español) y tan diferente en la fonética.Sí, se puede hacer bastante, sobre todo en educación. Aprender portugués es fácil para un español, pero hay que estudiarlo. Con sólo una hora a la semana en primaria y secundaria todos acabaríamos comprendiendo el portugués en líneas generales, aunque no lo habláramos. Igual ocurriría en Portugal con el español. El «portuñol» sería cada vez más una realidad visible, como empieza a ocurrir en Brasil, una «lengua» en la que nos podríamos entender nada menos que 700 millones de personas.El iberismo no es una ideología, pero debería fomentarse. Que se declaren abiertamente iberistas Saramago y Günter Grass es algo que está bien. Hay otra gente que piensa como ellos. En España ya hablaban de iberismo Joan Maragall, Cambó y Prat de la Riva. Hubo dos intentos históricos de unión en 1869 y 1873. Ambos fracasaron. ¿Por qué no una tercera vez?
José Antonio VERA
La Razón, 18 de abril de 2009

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