YO soy mucho de la Montaña. Soy de la Montaña de toda la vida. De la mar de Castilla. De la que crió a media España con el Pelargón que Nestlé hacía en La Penilla. Soy de la Montaña del sobao pasiego.La que inventó la emigración antes que nadie y eso de los emprendedores antes que existiera tal palabra. Hablo de la Montaña de los montañeses de Sevilla y de los chicucos de Cádiz. La de los jándalos que se vinieron a trabajar a Andalucía con pantalón corto, se pasaron la vida detrás del mostrador de un almacén de ultramarinos o de una tienda de comestibles, durmieron debajo de ese mismo mostrador sin quitarse el babi de crudillo, ahorraron y cuando tuvieron un dinero se establecieron como comerciantes, con tiendas que pregonaban poemáticos nombres en recuerdo de su tierra: El Valle del Pas, La Flor de Toranzo, La Gloria de Villacarriedo. Esa es mi Montaña, qué Cantabria ni Cantabria.ANTONIO BURGOS.

lunes, 22 de junio de 2009

Oración del buen humor de Santo Tomás Moro


Hoy celebramos la festividad de Santo Tomás Moro.Tomás Moro nació en Londres el 7 de febrero de 1478 y fue decapitado en la misma ciudad el 6 de julio de 1535. Laico, casado y padre de cuatro hijos, amigo de los franciscanos y al parecer miembro de la Tercera Orden Franciscana, humanista y jurista, escritor y hombre de gobierno, por la coherencia con sus convicciones cristianas cayó en desgracia del rey Enrique VIII al oponerse a sus pretensiones. Fue canonizado por Pío XI en 1935, y Juan Pablo II lo proclamó patrono de los gobernantes y de los políticos en el 2000.
Nos dejó entre otras muchas cosas, esta preciosa oración:


Oración del buen humor:

Concédeme, Señor, una buena digestión, y también algo que digerir.

Concédeme la salud del cuerpo, con el buen humor necesario para mantenerla.

Dame, Señor, un alma santa que sepa aprovechar lo que es bueno y puro, para que no se asuste ante el pecado, sino que encuentre el modo de poner las cosas de nuevo en orden.

Concédeme un alma que no conozca el aburrimiento, las murmuraciones, los suspiros y los lamentos y no permitas que sufra excesivamente por ese ser tan dominante que se llama: YO.

Dame, Señor, el sentido del humor.

Concédeme la gracia de comprender las bromas, para que conozca en la vida un poco de alegría y pueda comunicársela a los demás.

Así sea.

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