Hacia 1330, Doña María Fernandez Coronel era una hermosa joven, perteneciente a una familia acomodada, que tenia su casa en la esquina de la calle Arrayán con el mercado de la Feria, casa que con el tiempo ha sido del XVI al XIX palacio de los marqueses de la Algaba y hoy en día delegación de bienestar social del ayuntamiento de Sevilla.Caso Doña María con el caballero D. Juan de la Cerda descendiente de la familia real de León, éste, se alió con los hermanos bastardos del Rey Don Pedro I El Cruel, encabezados por D. Enrique de Trastamara, aportando dinero, armas y soldados a la causa de D. Enrique. Esto motivó que el Rey legítimo le condenase por traidor, y habiéndolo echo prisionero en una batalla, lo mandara decapitar.Pasado algún tiempo, el Rey D. Pedro conoció a su viuda Dña. María, quien ya consolada en parte de la muerte de su esposo, vivía tranquila, administrando los bienes que le pertenecían a ella por su dote, puesto que los bienes de su esposo habían sido incautados por el Rey, y su casa situada junto a la iglesia de San Pedro había sido derribada y sembrado su solar de sal para que ni naciera allí la hierba, como escarmiento para traidores.Conocerla y enamorarse de ella fue todo en uno, y desde aquél día, el Rey Don Pedro persiguió a Doña María Coronel , con animo de rendirla, aún cuando ella lo rechazaba y huía de donde él pudiera encontrarla. Por esto se refugió en casa de sus padres, en la calle Arrayan, confiando en eludir esta persecución.Pero el Rey se propuso robarla de casa de sus padres y una noche habiendo escuchado al Rey que lo acechaba, huyó cubierta con un velo saliendo por la puerta que daba frente a la iglesia de Omnium Sanctorum y desde allí corriendo cruzó la calle ancha de la Feria, rodeó la Laguna (Alameda de Hercules) y llegó desolada a pedir amparo y refugio en el convento de Santa Clara.Las monjas, imaginando que el Rey no tardaría en llegar allí, la ocultaron en una zanja con tablas en el jardin, al amanecer llegó el Rey, quien había recibido una confidencia y recorrió todo el convento buscándola, pero no la encontró.Pasado algun tiempo y confirmado en sus sospechas, volvió nuevamente al convento de improviso y encontró a Doña María que ya vivía de una forma más descuidada. No le dió tiempo a esconderse, el Rey la persiguió por los corredores, con animo de reducirla y llevarla al Alcazar. Pero ella en su carrera entró en la cocina, donde estaban preparando la comida unas legas del convento, tomo una sarten con aceite hirviendo y se la derramo por la cara, deseando desfigurarse para que así el Rey no sintiera más apetito por ella. El aceite le produjo horrorosas quemaduras que desfiguraron su bello rostro, y cuando el Rey entro en la cocina y vió aquella cara, desollada, chorreando sangre y contraída por el dolor, huyó despavorido y desconsolado.Mando el Rey a la abadesa de Santa Clara que cuidase y atendiese a Doña María, estando muy arrepentido, prometiendo no volverla a molestar y concediendole cuanto ella pidiese.Doña María Coronel, una vez repuesta de sus heridas, solicitó al Rey que le devolviese el solar de su antigua casa, junto a San Pedro, donde se proponía fundar un convento.El Rey le concedió el solar y en él, se edificó en 1347, el Convento de Santa Ines, siendo Doña María la primera priora que tuvo.Doña María murió a los 73 años de edad . Fué enterrada en el coro, pero en el siglo XVI, al hacer unas obras, encontraron su ataúd y al abrirlo apareció el cadaver perfectamente conservado, por lo que lo colocaron en una urna de cristal, al descubierto. Todos los años el día 2 de Diciembre puede visitarse en la iglesia de Santa Ines y todavía pueden apreciarse en su rostro las cicatrices que le produjo el aceite hirviendo.
YO soy mucho de la Montaña. Soy de la Montaña de toda la vida. De la mar de Castilla. De la que crió a media España con el Pelargón que Nestlé hacía en La Penilla. Soy de la Montaña del sobao pasiego.La que inventó la emigración antes que nadie y eso de los emprendedores antes que existiera tal palabra. Hablo de la Montaña de los montañeses de Sevilla y de los chicucos de Cádiz. La de los jándalos que se vinieron a trabajar a Andalucía con pantalón corto, se pasaron la vida detrás del mostrador de un almacén de ultramarinos o de una tienda de comestibles, durmieron debajo de ese mismo mostrador sin quitarse el babi de crudillo, ahorraron y cuando tuvieron un dinero se establecieron como comerciantes, con tiendas que pregonaban poemáticos nombres en recuerdo de su tierra: El Valle del Pas, La Flor de Toranzo, La Gloria de Villacarriedo. Esa es mi Montaña, qué Cantabria ni Cantabria.ANTONIO BURGOS.
miércoles, 4 de noviembre de 2009
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