YO soy mucho de la Montaña. Soy de la Montaña de toda la vida. De la mar de Castilla. De la que crió a media España con el Pelargón que Nestlé hacía en La Penilla. Soy de la Montaña del sobao pasiego.La que inventó la emigración antes que nadie y eso de los emprendedores antes que existiera tal palabra. Hablo de la Montaña de los montañeses de Sevilla y de los chicucos de Cádiz. La de los jándalos que se vinieron a trabajar a Andalucía con pantalón corto, se pasaron la vida detrás del mostrador de un almacén de ultramarinos o de una tienda de comestibles, durmieron debajo de ese mismo mostrador sin quitarse el babi de crudillo, ahorraron y cuando tuvieron un dinero se establecieron como comerciantes, con tiendas que pregonaban poemáticos nombres en recuerdo de su tierra: El Valle del Pas, La Flor de Toranzo, La Gloria de Villacarriedo. Esa es mi Montaña, qué Cantabria ni Cantabria.ANTONIO BURGOS.

sábado, 5 de diciembre de 2009

Dies Domini 6 de diciembre de 2009





Segundo Domingo de Adviento


No tengas miedo

Caía la tarde en el pueblo, dejando en el horizonte un espectáculo de colores y silencio, interrumpido sólo por los chasquidos de la leña quemando sus primeras ramas en el hogar, cuando, de tejas abajo, se repasaban las noticias de la vida familiar... Ahora deberíamos resaltar las quejas y los dolores que les oímos y les preocupan a muchos y les llevan al desengaño, a la desilusión, al conformismo, a la falta de responsabilidad, a la pasividad, al desaliento... Dicho esto así, puede parecer un poco frío y lejano, pero todos sabemos que existe el luto y la aflicción; más, cuando tú has escuchado el testimonio de unos jóvenes concretos, que te dicen que la razón de su caída en la droga ha sido el no sentirse queridos y valorados por los suyos. No parece que sea tan lejano. Entonces me acuerdo de aquel poema de Lope de Vega: «A mis soledades voy, de mis soledades vengo... ¡No sé qué tiene la aldea donde vivo y donde muero, que con venir de mí mismo no puedo venir más lejos»... Y es que, de tejas abajo, a muchos se les agotó la esperanza, o sencillamente no han encontrado la puerta.
De estas cosas nos habla, en esta semana, la liturgia. Os recomiendo prestarle atención, porque el mensaje es claramente positivo y va directamente para ti, para iluminar tu vida. La Palabra de Dios se hace presente también de tejas abajo, de manos de Juan el Bautista, del sacerdote de tu pueblo, del catequista, de un agente de pastoral, o de cualquier otro...; pero en medio de nosotros se oirá, una vez más, la invitación a dejar el luto y la aflicción, a dejar el miedo y la desesperanza... Razón: que Dios está con nosotros. Juan el Bautista sigue gritando hoy en el desierto de este mundo: «¡Preparad el camino del Señor, allanad sus senderos!» ¡Ánimo, que a ti también te está llamando a participar en esta tarea evangelizadora, a ofrecer el amor y la verdad de Dios a todos, la paz y la alegría! Como es cosa de Dios no tengas miedo, sal a la calle a hablar de Él, a tus familiares y amigos, a tus padres o a tus hijos.
Se trata de la Venida del Señor, del Adviento, un tiempo nuevo al alcance de nuestras manos, que el Señor vendrá y, por eso, hay que estar preparado. No de cualquier manera se puede recibir al Señor; es necesaria una preparación previa. Esta preparación es la conversión del corazón, acompañada del gozo y la alegría, de la esperanza y la oración. Construyamos una vida nueva, una nueva Humanidad, con valores nuevos, un tiempo nuevo. Ya sabes que estás invitado a esta tarea, pero recuerda que el que lleva la iniciativa es Él y que es suyo el proyecto.
+ José Manuel Lorca Planes
obispo de Cartagena y Administrador apostólico de Teruel y Albarracín

Evangelio
En el año quince del reinado del emperador Tiberio, siendo Poncio Pilato gobernador de Judea, y Herodes virrey de Galilea, y su hermano Felipe virrey de Iturea y Traconítide, y Lisanio virrey de Abilene, bajo el sumo sacerdocio de Anás y Caifás, vino la palabra de Dios sobre Juan, hijo de Zacarías, en el desierto. Y recorrió toda la comarca del Jordán, predicando un bautismo de conversión para el perdón de los pecados, como está escrito en el libro de los oráculos del profeta Isaías:
«Una voz grita en el desierto: Preparad el camino del Señor, allanad sus senderos; elévense los valles, desciendan los montes y colinas; que lo torcido se enderece, lo escabroso se iguale. Y todos verán la salvación de Dios».
Lucas 3, 1

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