YO soy mucho de la Montaña. Soy de la Montaña de toda la vida. De la mar de Castilla. De la que crió a media España con el Pelargón que Nestlé hacía en La Penilla. Soy de la Montaña del sobao pasiego.La que inventó la emigración antes que nadie y eso de los emprendedores antes que existiera tal palabra. Hablo de la Montaña de los montañeses de Sevilla y de los chicucos de Cádiz. La de los jándalos que se vinieron a trabajar a Andalucía con pantalón corto, se pasaron la vida detrás del mostrador de un almacén de ultramarinos o de una tienda de comestibles, durmieron debajo de ese mismo mostrador sin quitarse el babi de crudillo, ahorraron y cuando tuvieron un dinero se establecieron como comerciantes, con tiendas que pregonaban poemáticos nombres en recuerdo de su tierra: El Valle del Pas, La Flor de Toranzo, La Gloria de Villacarriedo. Esa es mi Montaña, qué Cantabria ni Cantabria.ANTONIO BURGOS.

miércoles, 8 de septiembre de 2010

Jusepe Leonardo:El nacimiento de la Virgen

El nacimiento de la Virgen.Jusepe Leonardo.Museo del Prado. Madrid. España



Jusepe Leonardo de Chavacier, nombre que le dio Jusepe Martínez, aunque él se llamaba en realidad José y así firmaba sus obras (Calatayud, 1601- Zaragoza, h 1653) fue un pintor barroco español.
Muy joven, al quedar huérfano de madre, fue enviado a Madrid donde ya en 1616 vivía en casa del pintor Pedro de las Cuevas recibiendo sus enseñanzas. Allí residía aún cuando en 1622 contrajo matrimonio en la iglesia de San Sebastián con María de Cuéllar, viuda del pintor Francisco del Moral y seis años mayor que él. Al mismo tiempo pudo recibir enseñanzas de Eugenio Caxés cuyo estilo se manifiesta en sus primeras obras. Nada se sabe de su trabajo en estos años hasta 1625, fecha del retablo mayor de la parroquial de Cebreros (Ávila). En 1634 será llamado a participar en la decoración del Salón de Reinos del Palacio del Buen Retiro, donde se está llevando a cabo un programa de exaltación de la monarquía hispana bajo la supervisión artística de Velázquez. A Leonardo se le encargarán dos de los cuadros de batallas: la Rendición de Juliers y la Toma de Brisach. Un año más tarde, y a la vez que figura inscrito como pintor al servicio del arzobispado de Toledo, recibe un nuevo encargo de la Corte: la decoración al temple y al óleo de la ermita de San Jerónimo en el Buen Retiro, para lo que debía seguir las indicaciones iconográficas de Francisco de Rioja. En años sucesivos recibirá nuevos encargos de la Corte: 1637, tres vistas de los Reales Sitios para la Torre de la Parada; 1639, juntamente con Félix Castelo, ocho retratos de reyes para el Salón Nuevo; 1641, bóveda de la segunda pieza de la capilla del Real Alcázar de Madrid, que no le servirían, sin embargo, para obtener el nombramiento de pintor del rey que solicitó en 1638, al quedar vacante la plaza de Eugenio Cajés. Entre tanto hará compatible su trabajo en la Corte con los encargos para las iglesias del arzobispado de Toledo (1639, lienzos para la iglesia de la Magdalena de Getafe).

Aunque la naturaleza de los documentos conservados apenas permiten decir nada de la personalidad del artista, a través de ellos parece posible descubrir a un hombre piadoso (en 1632 funda con su mujer un censo en favor de la iglesia de la Almudena y en 1642 ingresa en la cofradía del Santísimo Sacramento de la iglesia de San Sebastián), y leal con los amigos: en 1626 se le encuentra relacionado con el escultor Manuel Pereira (actuando ambos como testigos en una boda), y en 1635, estando éste en la cárcel, sale como su fiador. A partir de 1644 las noticias escasean y faltan por completo las obras. Consta, en cambio, que en 1648 Angelo Nardi cobró por la pintura del relicario de la capilla del Alcázar de Madrid que él había sido incapaz de terminar. Víctima de la locura, en fecha incierta fue trasladado a Zaragoza, siendo ingresado en el hospital de Nuestra Señora de Gracia, también llamado la Casa de Locos. Según Jusepe Martínez había sido una bebida que le dieron por envidia la que le hizo perder el juicio. Se desconoce la fecha de su fallecimiento, pero ya en 1653 María de Cuéllar firmaba un poder como viuda. Antonio Palomino, pocas veces acertado en las fechas, dice que falleció en 1656 «con la demencia en lo mejor de su edad, con gran sentimiento de todos los que le conocieron y trataron en su sano juicio, cuando apenas tenía cuarenta años de edad.»

En los lienzos del retablo de Cebreros (1625), José Leonardo se muestra como un pintor manierista rezagado que alarga el canon de sus figuras y aplica contraluces con preocupación tenebrista. Aunque indiscutiblemente próximo a Cajés, es capaz de independizarse de sus tipos característicos y crear composiciones equilibradas. Sin abandonar esos rasgos, el encuentro con Velázquez en 1634 en la decoración del Salón de Reinos, potenciando su sentido del color, enriquece y da un valor nuevo a su pintura. En ese sentido se ha dicho que Leonardo es el mejor discípulo de Velázquez y quien mejor comprendió sus preocupaciones por la luz y el color. En los dos lienzos que pinta para este programa decorativo, la Rendición de Juliers y la Toma de Brisach, Museo Nacional del Prado, sabiamente compuestos, algunas figuras y detalles puntuales (las propias lanzas o el escorzo del caballo del duque de Feria, inspirado en el Conde-Duque a caballo) pueden haber sido tomados de Velázquez, pero es sobre todo el delicado sentido del color lo que aproxima estas obras a las del maestro sevillano. Esa misma sensibilidad se traslada a algunas de sus obras que, por su nuevo sentido del color, deben corresponder a esta época, como el Nacimiento de la Virgen y el San Sebastián, uno de los más bellos desnudos de la pintura española, ambos del Museo del Prado, o la Serpiente de bronce de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, con su exhibición de dominio del escorzo. Una preocupación espacial, cercana también a la sensibilidad velazqueña, manifiesta en sus últimas pinturas para el retablo de la Magdalena de Getafe, Magdalena despojándose de sus joyas y Magdalena a los pies de Cristo, y en el San Juan Bautista de Los Angeles County Museum, obra firmada pero de fecha desconocida, en el que se perciben huellas de la pintura veneciana que el pintor pudo conocer mientras trabajaba en palacio.

José Leonardo cultivó otros géneros, como el paisaje y quizá el retrato, de los que nada seguro de su mano se ha conservado. La vista del Palacio del Buen Retiro en 1636(Palacio Real de Madrid), es obra atribuida. De los retratos de reyes pintados para el Buen Retiro se conserva el Alarico (Museo del Prado, depositado en el Museo del Ejército), obra estimable, pero obviamente no un retrato. También practicó la pintura mural al temple y seguramente se ocupó del policromado de alguna escultura de su amigo Manuel Pereira.

(Información obtenida de Wikipedia)

No hay comentarios:

Related Posts with Thumbnails