YO soy mucho de la Montaña. Soy de la Montaña de toda la vida. De la mar de Castilla. De la que crió a media España con el Pelargón que Nestlé hacía en La Penilla. Soy de la Montaña del sobao pasiego.La que inventó la emigración antes que nadie y eso de los emprendedores antes que existiera tal palabra. Hablo de la Montaña de los montañeses de Sevilla y de los chicucos de Cádiz. La de los jándalos que se vinieron a trabajar a Andalucía con pantalón corto, se pasaron la vida detrás del mostrador de un almacén de ultramarinos o de una tienda de comestibles, durmieron debajo de ese mismo mostrador sin quitarse el babi de crudillo, ahorraron y cuando tuvieron un dinero se establecieron como comerciantes, con tiendas que pregonaban poemáticos nombres en recuerdo de su tierra: El Valle del Pas, La Flor de Toranzo, La Gloria de Villacarriedo. Esa es mi Montaña, qué Cantabria ni Cantabria.ANTONIO BURGOS.

miércoles, 17 de noviembre de 2010

Nuestra Zarzuela:Cádiz



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Cádiz. Episodio nacional cómico-lírico-dramático en dos actos, dividido en nueve cuadros, en verso. Libro de Javier de Burgos. Música de Federico Chueca y Joaquín Valverde Durán. Estreno: 20 de noviembre de 1886, en el Teatro Apolo, de Madrid. Acción en Cádiz y sus cercanías, en 1812, durante el asedio de las tropas francesas.
Personajes principales e intérpretes principales:
Carmen, enamorada de Fernando, tiple (Joaquina Pino).

Doña Angustias, aya de Carmen (Srta. Borja).

Curra, una maja, tiple (Adelaida Latorre).

Don Cleto, tutor de Carmen, barítono (Gabriel Castilla).

Fernando, capitán enamorado de Carmen, barítono (Sr. Campos).

Lorenzo, amigo de Fernando, barítono (Pablo Díaz).

El Marqués, tío de Lorenzo, actor (Ricardo Morales).

El Rubio, calesero (Sr. Cruz Lorenzo)


Argumento
En cierto modo, la obra es un conjunto de cuadros de carácter patriótico protagonizados por el pueblo gaditano, en el que se inscribe una historia de amor entre dos jóvenes y el intento de un viejo ridículo de enamorar a la muchacha.

Acto I. Mientras los gaditanos se preparan para defender la ciudad ante el inminente ataque de las tropas napoleónicas, algunos personajes, Lorenzo y el Rubio entre otros, discuten sobre las posibilidades que tiene la ciudad de sobrevivir al ataque francés.

Al tiempo, la joven y acaudalada Carmen tiene que soportar el asedio de Angustias y don Cleto, que pretenden disuadirla de su intención de casarse con Lorenzo, especialmente el tutor, que desea ser él quien despose a la muchacha.

Aparece el Marqués dando noticias sobre los preparativos de la ciudad: todo el pueblo colabora en preparar fortificaciones y barricadas. Don Cleto reacciona pretendiendo llevarse a Carmen a una casa de campo que posee en las afueras, de esta manera se librará de los avatares y peligros de la batalla.

Mientras Curra y el Rubio mantienen una simpática escena de amor, don Cleto abandona Cádiz en una calesa para organizar la huida de Carmen, quien se ve obligada a buscar refugio en casa del Marqués, tío de Lorenzo, que trata de disuadirla de que no se marche.

La llegada de soldados de refuerzo a la ciudad es providencial, con ellos viene Fernando; don Cleto, que no ha llegado muy lejos porque el Rubio, sospechando lo que tramaba, ha hecho volcar la calesa, es detenido y el pueblo celebra con alegría la aparición de los soldados.

Acto II. Los gaditanos celebran que las fuerzas de Napoleón no pueden ni siquiera acercarse a la ciudad. A los festejos asisten las tropas inglesas a las que los gaditanos agradecen su apoyo. Don Cleto continúa pensando en su plan de escapar, mientras Fernando y Lorenzo comentan sus respectivas intervenciones en la guerra.

La desaparición de Carmen y su tutor inquieta a todos los protagonistas que se lanzan en su busca, mientras el pueblo, en un vistoso cuadro, canta a la recién proclamada Constitución, conocida como “La Pepa”.

Lorenzo y Fernando encuentran a don Cleto y a Carmen, éste intenta convencerla de que acepte su ofrecimiento de escapar, porque según él, la suerte de la ciudad está decidida: será invadida por los franceses. Pero se equivoca; Fernando y Lorenzo detienen a don Cleto, mientras el pueblo celebra y festeja su victoria sobre los invasores.

Comentario
Cádiz es la evocación, animada y distendida, del patriótico ambiente del Cádiz de 1812, cuando el pueblo se defiende del asediado por los ejércitos de Napoleón y las Cortes redactan la primera Constitución Española. El gran cronista de la zarzuela decimonónica José Deleito y Piñuela, resumió muy acertadamente esta excelente obra: “sus personajes forman el abigarrado conjunto que hervía entonces en la capital gaditana, desde el gobernador hasta el contrabandista; aristócratas, frailes, majas, caleseros, diputados, petimetres, marinos, generales, oficiales británicos y españoles, voluntarios, damiselas a la caza de partido, mendigos, copleros, muchedumbre de todas clases y colores. Hay patriotas fervientes, cucos oportunistas, pescadores en todas las aguas, como en la realidad de la España aquella y de todos los pueblos en trance crítico, ante un enemigo en armas"

El estreno marcó uno de los hitos de la historia del teatro Apolo, el texto gustó mucho y la música, elegante, distinguida, solemne y de impacto directo, muchísimo más. El desfile con que finaliza el primer acto despertó el patriotismo más ancestral de los espectadores que puestos en pie aplaudieron, vitorearon, y se fundieron en un extraordinario ambiente de exaltación nacional.

La partitura es muy amplia, quince números, y destaca en ella una especia elegancia, una singular distinción, una majestuosidad grandiosa; poco se parece a la típica y chispeante música del compositor madrileño. No faltan ritmos de sevillanas, calesera, o marcha. Los expertos conocedores de zarzuela encontrarán la sorpresa de una cita clara y perfectamente reconocible de la conocida Jota de El sitio de Zaragoza, zarzuela de Cristóbal Oudrid, estrenada dos años antes en el Teatro Novedades.

Son varios los números musicales a destacar de Cádiz: las sevillanas y caleseras, dibujadas con pluma de orfebre; el simpático pasacalle de “El barrio de la Viña”, una elaborada y encantadora barcarola, en el primer acto. En el segundo, un tango flamenco al que siguen “panaderos y zapateado”, la deliciosa y chispera “polca de los ingleses”, la descriptiva “canción del ciego”, la sorprendente “danza de los negritos” y la imponente “Jota” con que finaliza el acto y la zarzuela.

Hemos dejado para el final la referencia a un número titulado “Marcha de la Constitución”, en el segundo acto, interpretado sólo por la orquesta, y el “Pasodoble” que cierra el primer, número al que suele denominarse ”marcha” y que es el más popular de esta obra. Aunque el error no tenga mayor importancia, hemos de dejar constancia de él para que esta “marcha”, es decir el pasodoble, no se confunda con la música dedicada a ensalzar la Constitución, “La Pepa”.

De todos modos el pasodoble, a cuyo ritmo desfilan los soldados voluntarios que luchan contra el invasor francés, se popularizó rápidamente y, algunos años después, acompañó a nuestros soldados en Cuba y Filipinas, en los trágicos días de 1898. Dos años antes, al reponerse en Apolo, el gobierno -atento, como casi siempre, a lo que le pueda deparar publicidad- concedió a los autores la Cruz al Mérito Militar, en 1896. La marcha (el pasodoble) llegó a escucharse en Londres, gracias a la Marquesa de Santurce, quien en una de las fiestas que organizaba y a la que acudía la monarquía y la nobleza, la hizo interpretar. Entre los oyentes, el Príncipe de Gales, que luego reinaría con el nombre de Eduardo VII, quien, al escucharla dio órdenes de que la banda de su regimiento la incorporara a su repertorio. Al poco tiempo esta música de Chueca sonaba en las paradas militares de Gran Bretaña.

Y una última curiosidad sobre este fragmento; En 1898 durante la guerra de España con Estados Unidos se intentó convertir la "marcha" (el pasodoble) en himno nacional. Para ello, El Imparcial convocó un concurso para buscar una letra que se acomodase a tan vibrante música; el semanario satírico Gedeón publicó una en la que se insultaba a los "yankees", pero el concurso quedó desierto. Es evidente que la historia se repite. Aunque no exactamente, porque en aquella ocasión Mariano de Cavia hizo llegar el importe del premio (mil pesetas) a Cuba, donde fueron entregadas a un soldado.



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