YO soy mucho de la Montaña. Soy de la Montaña de toda la vida. De la mar de Castilla. De la que crió a media España con el Pelargón que Nestlé hacía en La Penilla. Soy de la Montaña del sobao pasiego.La que inventó la emigración antes que nadie y eso de los emprendedores antes que existiera tal palabra. Hablo de la Montaña de los montañeses de Sevilla y de los chicucos de Cádiz. La de los jándalos que se vinieron a trabajar a Andalucía con pantalón corto, se pasaron la vida detrás del mostrador de un almacén de ultramarinos o de una tienda de comestibles, durmieron debajo de ese mismo mostrador sin quitarse el babi de crudillo, ahorraron y cuando tuvieron un dinero se establecieron como comerciantes, con tiendas que pregonaban poemáticos nombres en recuerdo de su tierra: El Valle del Pas, La Flor de Toranzo, La Gloria de Villacarriedo. Esa es mi Montaña, qué Cantabria ni Cantabria.ANTONIO BURGOS.

lunes, 2 de mayo de 2011

2 de Mayo: Sangre montañesa en la defensa de España

Pedro Velarde (1808), por Eugenio Oliva, Museo del Ejército (Madrid).




Nuestro héroe nacional, nació en Muriedas, en la casona-palacio de los Velarde (casa-palacio que, desde 1966, acoge al Museo Etnográfico).
Ingresó en el cuerpo de Artillería, tomando parte en la campaña de Portugal en 1800. Durante 1804 fue profesor de la Academia de Artilleria pasando a formar parte del Regimiento de Artillería de Campaña, nº 46.
En 1806 es destinado en Madrid como secretario de la Junta Suprema Económica del Cuerpo de Artillería. El general francés Murat, conocedor de sus méritos, procuró atraerlo a la causa de Napoleón sin que tuviera mucho éxito.
El día 2 de Mayo de 1808, siendo Pedro Velarde secretario de la Junta, la guarnición y el pueblo de Madrid se indignan ante los alardes de fuerza de Murat que buscaba amedrentar a la población e imponerse en la capital. A raíz de ello y de la partida de los tres últimos representantes de la Familia Real, el pueblo de Madrid se levanta en armas contra el invasor, dando lugar a las heroicas luchas que se libraron en el interior de la ciudad y que culminan con la defensa del Parque de Artillería de Monteleón.
Velarde había elaborado un plan de defensa de la villa que presentó al general español O'Farril, -que posteriormente sería ministro de José Bonaparte y al que acompañaría en su vuelta a Francia-, plan que en lugar de alcanzar los deseos del autor se volvió en contra de los militares españoles puesto que puso en guardia a las fuerzas francesas. A la vista de lo cual Velarde solicita del Coronel del Regimiento de Voluntarios del Estado una tropa armada con el pretexto de disolver al pueblo levantisco que estaba agolpado a las puertas del Parque de Artillería de Monteleón exigiendo las armas alli custodiadas. Una vez allí, con el exiguo contingente de hombre concedido -una compañía de treinta y tres soldados- Velarde convence al capitán Daoiz, cuyas órdenes eran las de impedir cualquier intervención del Ejército en la revuelta, de que éstas ordenes eran contrarias al patriotismo del momento y debía anteponer su deber como patriota al deber militar y consigue por fín que Daoiz ceda y que se abran las puertas al pueblo y se les entreguen las armas.
El pueblo y el reducido grupo de soldados con Daoiz, Velarde y el teniente Ruiz al frente, se atrincheró en el recinto para defenderlo contra las fuerzas francesas. El gesto de Velarde de abrir las puertas del parque significó la alianza definitiva del ejército con el movimiento espontáneo del pueblo contra los franceses y significó el comienzo de la Guerra de la Independencia. Sería en Monteleón, junto con un puñado de héroes, donde ofrendó su vida en holocausto y defensa de la patria.
Los franceses atacaron con una potente columna al mando del General Lefrano. La lucha fue tremenda y el comportamiento de los defensores, civiles y militares, heroico hasta el extremo. El Capitán Don Pedro Velarde Santiyán murió a tiros de un oficial de la Guardia Noble Polaca, el Capitán Don Luis Daoiz atravesado por las bayonetas francesas y el Teniente Don Jacinto Ruiz Mendoza resultó gravemente herido. A pesar de que el Parque no ofrecía condiciones para la resistencia, fue defendido por aquel puñado de valientes hasta su total agotamiento.
Sus restos descansan, con los de Daoiz y Ruiz, en el monumento a los Héroes y de la Lealtad, en el Paseo del Prado de Madrid. Cuatro años más tarde, el 7 de Julio de 1812, por Orden Ministerial se conceden honores de Capitán General a los cadaveres de los gloriosos Capitanes de Artillería D. Luis Daoiz y Torres y D. Pedro Velarde Santillán, héroes del dos de Mayo de 1808.
En el monumento conmemorativo una lápida recuerda:
A los mártires de la Independencia española la Nación agradecida. Concluído por la M. H. Villa de Madrid en el año de 1840. Las cenizas de las víctimas del Dos de Mayo de 1808 descansan en este Campo de la Lealtad, regado con su sangre. ¡Honor eterno al patriotismo!.






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