YO soy mucho de la Montaña. Soy de la Montaña de toda la vida. De la mar de Castilla. De la que crió a media España con el Pelargón que Nestlé hacía en La Penilla. Soy de la Montaña del sobao pasiego.La que inventó la emigración antes que nadie y eso de los emprendedores antes que existiera tal palabra. Hablo de la Montaña de los montañeses de Sevilla y de los chicucos de Cádiz. La de los jándalos que se vinieron a trabajar a Andalucía con pantalón corto, se pasaron la vida detrás del mostrador de un almacén de ultramarinos o de una tienda de comestibles, durmieron debajo de ese mismo mostrador sin quitarse el babi de crudillo, ahorraron y cuando tuvieron un dinero se establecieron como comerciantes, con tiendas que pregonaban poemáticos nombres en recuerdo de su tierra: El Valle del Pas, La Flor de Toranzo, La Gloria de Villacarriedo. Esa es mi Montaña, qué Cantabria ni Cantabria.ANTONIO BURGOS.

jueves, 25 de agosto de 2011

La Peña Amaya

Archivo:PeñaAmaya005.JPG


Amaya (o Amaia) es el nombre de la antigua ciudad cántabra asentada en lo alto de una fortaleza: Peña Amaya, un macizo de 1.377 msnm, situada junto a la localidad del mismo nombre al noroeste de la actual provincia de Burgos (España), en lo que fue el límite sur de la Cantabria de época romana, y en una estratégica situación como vigía y puerta de acceso para cualquiera que quisiera internarse en territorio cántabro.

La cita más antigua de esta ciudad la encontramos en el Itinerario de Barro, hallado en Astorga (León) y fechado hacia finales del siglo I o principios del siglo II d.C.



En la placa numerada como I del citado Itinerario se señala el recorrido de la Vía Legione VII Gemina ad Portum Blendium que, partiendo de Legio VII Gemina (León), tiene su final en Portus Blendium (Suances), con el siguiente desarrollo:



Archivo:Cantabros.png




[VIA] L(EGIONE) VII GEMINA AD PORTVM

BLE(N)DIVM

RHAMA VII MIL(L)IAS

AMAIA XVIII

VILLEGIA V

LEGIO I[III] V

O[C]TA[V]IOLCA V

IVLIOBRIGA X

ARACILLVM V

PORTVS BLEN[DIVM]

[C(aius) LEP(idus) M(arci filius)] II. VIR




Durante las Guerras Cántabras, el emperador Augusto tuvo instalado en las proximidades de Amaia un campamento que sirvió de base para la campaña.



La segunda mención nos llega a través de la Chronica de Iohannes Biclarensis, en la que se explica que el rey visigodo Leovigildo atacó Cantabria en el año 574 como parte de un plan para acabar con el reino suevo de Galicia; ocupó Amaia, a la que William Culican califica de capital de los cántabros, invadió sus haciendas y devolvió la provincia a su jurisdicción.



En un relieve del relicario de marfil de San Millán de la Cogolla, fechado a principios del s. XI, se representa a Leovigildo castigando a los habitantes de Amaia, y en él figura la inscripción: Ubi Leovigildus rex Cantabros afficit (En donde el rey Leovigildo castigó a los cántabros).


Mapa de los límites del Ducado de Cantabria con la localización de Amaya.En el año 680, durante el reinado de Ervigio se contituye el Ducado de Cantabria, siendo Amaya su capital. Con la invasión árabe, Amaia vuelve a reaparecer en la historia. Fue refugio de muchas familias huidas del sur de la península por la amenaza musulmana.



En ella se hicieron fuertes los cántabros que se oponían al invasor, dispuestos una vez más a defender su libertad con la fuerza de las armas. Sin embargo, la falta de víveres les hizo capitular en el año 712 ante las tropas de Tarik ibn Ziyad, pero los árabes no se establecen en la ciudad, ya que nuevamente Tarik, junto con su caudillo Musa ibn Nusair, ataca y saquea Amaia en el año 714, antes de internarse en Asturias y penetrar allí hasta la costa, lo que motiva el abandono por parte de nobles visigodos, entre ellos el Dux Pedro, hacia Cangas de Onís.



Durante el reinado de Alfonso I (739-757), rey de la monarquía asturiana e hijo de Pedro, Duque de Cantabria, aquél tomó la ciudad y la reconstruyó, llegando a existir en la ciudad un obispado ya en el año 780, pero el hecho de hallarse en tierra de nadie y ser objeto de frecuentes incursiones por parte del enemigo hizo que se despoblase nuevamente, hasta que Ordoño I, en 860, consciente de su valor estratégico, encargó al primer Conde de Castilla, Rodrigo, su reconstrucción y subsiguiente ocupación, tomando a partir de entonces el nombre de Amaya Patricia.



Bajo el reinado de Ramiro II, se lleva a cabo la definitiva repoblación, aunque el sucesivo traslado de las fronteras cristianas cada vez más hacia el sur motivó que las gentes que la habitaban fueran abandonándola para asentarse de forma definitiva en los valles inmediatos, desapareciendo así el rastro de la ciudad en las fuentes históricas.



Todavía en el año 989, las huestes de Abderramán IV ponen cerco y arrasan de nuevo la población en lo que sería la última batalla librada bajo sus murallas.



Una tradición oral sin base histórica dice que era tal su fama y prestigio como frontera y vigía que bajo el mandato del conde Diego Porcelos, en el año 922 -algo imposible, pues había muerto años antes- se hizo desviar el Camino de Santiago que atravesaba Álava para hacerlo discurrir por Briviesca y Amaya en dirección a Carrión de los Condes y Astorga. Esta tradición tiene una parte de verdad, ya que fue camino de peregrinación, y Sancho III de Navarra trazó en 1034 el camino por Briviesca, Amaya y Astorga por el Bierzo.



Aún se conservan restos arqueológicos sobre la Peña Amaya. Podemos observar la trinchera de acceso al castro, posiblemente de época prerromana, así como una de las murallas defensivas. De esta época se han realizado varias catas arqueológicas.



Ya de época posterior, las ruinas del pueblo medieval, que tal vez reaprovechó estructuras más antiguas, las murallas que defendieron el castillo y, en la cima, apenas vestigios de la imponente fortaleza que señoreó Amaya.




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