YO soy mucho de la Montaña. Soy de la Montaña de toda la vida. De la mar de Castilla. De la que crió a media España con el Pelargón que Nestlé hacía en La Penilla. Soy de la Montaña del sobao pasiego.La que inventó la emigración antes que nadie y eso de los emprendedores antes que existiera tal palabra. Hablo de la Montaña de los montañeses de Sevilla y de los chicucos de Cádiz. La de los jándalos que se vinieron a trabajar a Andalucía con pantalón corto, se pasaron la vida detrás del mostrador de un almacén de ultramarinos o de una tienda de comestibles, durmieron debajo de ese mismo mostrador sin quitarse el babi de crudillo, ahorraron y cuando tuvieron un dinero se establecieron como comerciantes, con tiendas que pregonaban poemáticos nombres en recuerdo de su tierra: El Valle del Pas, La Flor de Toranzo, La Gloria de Villacarriedo. Esa es mi Montaña, qué Cantabria ni Cantabria.ANTONIO BURGOS.

miércoles, 31 de agosto de 2011

NUEVO VIAJE DE ESPAÑA: LA RUTA DE LOS FORAMONTANOS



Nuevo viaje por España fue un éxito editorial en 1956 y años siguientes, pero antes constituyó un apoteosis periodístico. Recuerdo muy bien el impacto glorioso de aquellos artículos que yo leí con fruición siendo estudiante, los apasionados comentarios que suscitaban y hasta la ordenada lectura que se organizaba espontáneamente en casinos y cafés, pidiendo la vez los ávidos seguidores del viaje, para disponer durante unos minutos del ejemplar único del ABC perteneciente al local, que llegaba a las provincias con una fecha de retraso

La cosa fue así. En el año 1953, Víctor de la Serna terció en un diálogo periodístico sobre España, entre el director de ABC y el escritor José María Gironella, con un artículo, titulado 'La bella desconocida', en el que proponía salir en busca de España, no a gozarse en su atraso, ni a hurgar en su pobreza, ni a hacer tremendismo, tampoco a recorrerla como un geógrafo, minero o arqueólogo, ni siquiera como solamente un artista. «A España -decía- hay que enseñársela a los españoles periodísticamente. Solo nosotros estamos calculados para la explicación popular de la universalidad española, que mostró antes que nadie aquel torrente cantábrico, despeñado, bramador, caudaloso, tremebundo y apasionado, Marcelino Menéndez Pelayo. Terminaba el artículo diciendo: ¡hay que echarse al camino, director!

A los pocos días, ABC le retaba formalmente a descubrir España a los españoles. Y Víctor de la Serna se lanzó al camino en pleno goce y ejercicio de una popularidad como ningún otro periodista ha disfrutado en el tiempo que yo he vivido. Y ya en el camino, ligero de equipaje, sin más elementos de trabajo que su inmensa cultura y facilidad de pluma, escribió, al final de cada jornada, en una venta o en casa amiga o al aire del atardecer, apoyado en el capó del coche, esos maravillosos artículos que encandilaron a toda España, con su estilo garboso, desenfadado y hondamente poético, que muchas veces acelera los pulsos del lector y le corta la respiración por la emoción.

El viaje empieza en Malacoria (el lugar del que partió el primer movimiento repoblador de Castilla), a la que la adivinación poética del periodista, coincidente con el dictamen de historiadores de oficio, sitúa en el Concejo de Mazcuerras. «.aquí pondríamos una piedra lisa y rosada, de las canteras de la Hoz de Santa Lucía, hermana en dignidad y nobleza de la arenisca dorada de Salamanca, del travertino romano y de la piedra de Colmenar con este letrero: Aquí empieza esa cosa inmensa e indestructible que se llama España». De este lugar, un día de remota fecha, «a toque de bígaro( esa trompa rústica y como de carne, en la que está encerrada la música del mar), se puso en marcha, con sus azadas y sus arados, sus vacas rubias de cornamenta de lira, sus rezos y su tosco romance ladino, esa gente fortísima de España, que todavía está en marcha por el ancho mundo». Siguió esta crónica deslumbrante y mágica por las tierras de Burgos, Palencia, León y Asturias y, luego, por la Mancha y la marina andaluza y quedó varada para siempre en los cálidos viñedos del sur, al borde del Atlántico, por donde Víctor, que nació en Valparaísio, vino con sus padres Ramón de la Serna y Concha Espina a vivir a Cabezón de la Sal.

Víctor de la Serna perteneció a una generación de grandes prosistas como fueron César González Ruano, Eugenio Montes, Sánchez Mazas, Chaves Nogales, Giménez Caballero, Pemán, Mourlane Michelena, Foxa, Aznar, Luis Calvo, Francisco de Cossío, Julián Marías. Todos ellos fueron, como Víctor, excelentes escritores de periódicos, género literario: el artículo y la crónica, que alcanza extraordinario esplendor en esta generación. Pero su condición de escritor, siendo uno de los que mejor han manejado la pluma en el siglo pasado, no agota su personalidad de periodista ni explica su popularidad. Víctor fue un pura sangre del oficio periodístico, dotado de un gran corazón, que bombeaba humanidad a todos los poros de su alma. Fundador de La Tarde, antes animador de los periódicos santanderinos El Faro y La Región; fue el director que llevó Informaciones a las más altas cotas de circulación y popularidad, donde firmaba con el célebre seudónimo de 'Unus', el comentarista político que se atrevió a vaticinar, con dos o tres locos de todo el mundo , la victoria de Truman en 1948; el corresponsal de ABC que nos presentó una visión limpia, nueva, alegre y jovial de España, con un estilo jovial y garboso que aireaba las páginas de los periódicos como un viento fresco y, un poco travieso, estimulante y limpiador. ¡Y cómo olvidar aquellos artículos que firmaba en ABC con el seudónimo de Diego Plata, modelo de agudeza y donaire campechano, que terminaban con esta graciosa frase: ¡a mandar!

Víctor enseñó desde la cátedra del periódico con rigor y sin pedantería, resaltando el valor de las cosas justas, grandes y bellas, haciendo fácil lo difícil y atractivo cuanto asunto tocaba. Llegó a mucha gente con su lenguaje sencillo y como silvestre y deleitoso al oído, que hacía las cosas táctiles y perceptibles por los demás sentidos; como si de sus artículos saltaran las truchas, brincaran los rebecos o nos persiguiera, levantándonos de cascos, el viento sur

La edición santanderina de Nuevo Viaje de España lleva una nota preliminar de Jesús de la Serna, maestro de periodistas y digno sucesor de su padre en la dirección del Informaciones de los años 1968 al 78, el que tanto contribuyó a preparar los caminos de la Transición, con los prólogos originales de Gregorio Marañón, Eugenio Montes y un epílogo de Alfonso de la Serna. Incluye, también, el mapa inédito del proyecto completo del Nuevo Viaje de España dibujado a mano por el autor.

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