Ramón Pérez-Maura, www.abc.es
El teniente general Fernando González-Camino y Aguirre, (1905- 1973) fue uno de esos españoles que sobre los cimientos de su fe, su entrega al Ejército y su pasión por la historia dejo huellas imperecederas. Baste mencionar una carrera de armas que arrancó ingresando en la Academia de Artillería de Segovia a los 16 años y sus varios cometidos durante la guerra civil —destacadamente su papel como jefe de operaciones de la defensa del sitio de Oviedo. Durante ese episodio escribió un largo diario del que el segundo volumen permanece hasta hoy como material clasificado en los archivos del Ejército. Coronó su carrera como capitán general de Aragón y finalmente jefe del Estado Mayor Central de Ejército. Todo en la vida de González-Camino estaba al servicio del Estado y prueba de ello es que el Centro Superior de Estudios de la Defensa, CESEDEN, se gestó en su casa solariega del Solar de Cotubin, lugar de Esles, en el valle de Cayón, entonces provincia de Santander. Así queda reflejado en la «Carta de Esles», acta fundacional del CESEDEN, rubricada por cuatro oficiales encabezados por el teniente general Ángel González de Mendoza el 11 de agosto de 1964. Quienes sirvieron bajo su mando todavía recuerdan hoy que una de sus grandes virtudes fue su dote para el mando. En su discurso de toma de posesión de la Capitanía General de Aragón, 6 de mayo de 1968, dejó escrita su visión del mismo: «El mando ha de estar investido de la máxima autoridad, pero ha de evitar ejercerla coactivamente. La difícil meta de todo jefe debe ser mandar sin dar órdenes. No es esto una paradoja, porque las órdenes cumplidas por convencimiento y entrega voluntaria no son órdenes puras por faltarles el ingrediente coactivo; se asemejan en cierto modo a consejos apremiantes seguidos ciegamente por el convencimiento necesario y de lo mejor».
González-Camino dedicó muchas horas al estudio de la historia y en especial a la de la tierra de sus mayores. Su pasión montañesa le valió ser consejero de número de la entonces prestigiosa Institución Cultural de Cantabria y su monografía «Las Asturias de Santillana en 1404» sigue siendo obra de referencia para los investigadores de esa época. Mas por encima de otros méritos, su recuerdo perdura entre quienes le conocieron con la descripción que sir Walter Scott dio de uno de sus personajes: «Pudo tener demasiado de soldado cuando estaba entre los reyes, pero ¿quién más que él fue regio cuando estaba entre los soldados?»
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