Evangelio
En aquel tiempo proclamaba Juan:
«Detrás de mí viene el que puede más que yo, y yo no merezco ni agacharme para desatarle las sandalias. Yo os he bautizado con agua, pero Él os bautizará con Espíritu Santo».
Por entonces llegó Jesús, desde Nazaret de Galilea, a que Juan lo bautizara en el Jordán.
Apenas salió del agua, vio rasgarse el cielo y al Espíritu bajar hacia Él como una paloma. Se oyó una voz del cielo:
«Tú eres mi Hijo amado, mi predilecto».
Marcos 1, 7-11
Comentario
Desde su Nacimiento, hasta el Bautismo, hemos visto a Jesús en silencio. Esto no quiere decir que estuviera ausente, sino que no había llegado su hora; y eso que el pueblo estaba en expectación, pero no era aún la hora. Juan el Bautista abrirá el telón en esta dramática aventura de Jesús y lo presentará en sociedad: Viene el que puede más que yo, y no merezco desatarle la correa de sus sandalias. El Bautismo de Jesús marca el punto de arranque de su tarea, su misión profética, que después continuará en la Iglesia.
Se destaca, como una nueva creación: la bajada del Espíritu Santo sobre Él y la voz del cielo. Según la tradición del pueblo de Dios en el Antiguo Testamento, la comunicación del Espíritu significa la inspiración profética, Jesús es ungido para esta misión. Pero lo grande es lo que nos dice el Catecismo, en el n.537: «Por el Bautismo, el cristiano se asimila sacramentalmente a Jesús que anticipa, en su Bautismo, su muerte y su resurrección: debe entrar en este misterio de rebajamiento humilde y de arrepentimiento, descender al agua con Jesús, para subir con Él, renacer del agua y del Espíritu para convertirse, en el Hijo, en hijo amado del Padre y vivir una nueva vida». Tomad nota: nuestra vida cristiana exige corazón sencillo y humilde; se trata de escuchar la Palabra de Dios, como Jesús, y ser fieles a ella, todos los días.
Pero nos debemos vigilar, porque cada día algo tiene que morir dentro de nosotros y algo tiene que nacer. Cada día debemos ser menos egoístas, sensuales, vanidosos..., y ser más como Jesús. Nuestro Señor no nos engaña cuando nos habla de que, para ser como Él, hay que aprender a no despreciar la Cruz, de que la Cruz es el verdadero rostro de Cristo, también es el verdadero rostro del cristiano. Por el Bautismo, Dios nos invita a cambiar, a seguir al Crucificado, a morir al pecado y a renacer a los valores cristianos.
Tenemos por delante un horizonte ilimitado: estar vigilando para crecer en santidad..., hasta no tener descanso. Crecer más en santidad es una exigencia que se nos impone y estamos obligados a ello, porque el que nos da la fortaleza, ilumina nuestro camino, perdona nuestros pecados y nos da a comer su Cuerpo y a beber su Sangre... es el Señor, Creador de cielo y tierra.
¡Qué hermosura más grande sentirse libre e independiente de toda atadura! ¡Qué pena da el ver a tantos, que se llaman cristianos y se dejan arrastrar por todo lo que les aleja de Dios: el materialismo, el relativismo, el consumismo...! Es todo lo opuesto a sus compromisos bautismales. Hoy has de ser fuerte en la fe y decir: Vuelvo los ojos a Jesucristo. Celebremos con gozo el Bautismo de Jesús.
+ José Manuel Lorca Planes
obispo de Cartagena
y A.A. de Teruel y Albarracín
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