YO soy mucho de la Montaña. Soy de la Montaña de toda la vida. De la mar de Castilla. De la que crió a media España con el Pelargón que Nestlé hacía en La Penilla. Soy de la Montaña del sobao pasiego.La que inventó la emigración antes que nadie y eso de los emprendedores antes que existiera tal palabra. Hablo de la Montaña de los montañeses de Sevilla y de los chicucos de Cádiz. La de los jándalos que se vinieron a trabajar a Andalucía con pantalón corto, se pasaron la vida detrás del mostrador de un almacén de ultramarinos o de una tienda de comestibles, durmieron debajo de ese mismo mostrador sin quitarse el babi de crudillo, ahorraron y cuando tuvieron un dinero se establecieron como comerciantes, con tiendas que pregonaban poemáticos nombres en recuerdo de su tierra: El Valle del Pas, La Flor de Toranzo, La Gloria de Villacarriedo. Esa es mi Montaña, qué Cantabria ni Cantabria.ANTONIO BURGOS.

sábado, 17 de enero de 2009

Dies Domini 18 enero 2009


Domingo 2ª Semana del Tiempo Ordinario
Evangelio:

Lectura del santo evangelio según san Juan (1,35-42):
En aquel tiempo, estaba Juan con dos de sus discípulos y, fijándose en Jesús que pasaba, dice: «Éste es el Cordero de Dios.»
Los dos discípulos oyeron sus palabras y siguieron a Jesús. Jesús se volvió y, al ver que lo seguían, les pregunta: «¿Qué buscáis?»
Ellos le contestaron: «Rabí (que significa Maestro), ¿dónde vives?»
Él les dijo: «Venid y lo veréis.»
Entonces fueron, vieron dónde vivía y se quedaron con él aquel día; serían las cuatro de la tarde. Andrés, hermano de Simón Pedro, era uno de los dos que oyeron a Juan y siguieron a Jesús; encuentra primero a su hermano Simón y le dice: «Hemos encontrado al Mesías (que significa Cristo).»
Y lo llevó a Jesús. Jesús se le quedó mirando y le dijo: «Tú eres Simón, el hijo de Juan; tú te llamarás Cefas (que se traduce Pedro).»
Palabra del Señor.
Comentario
Se podría decir que hoy va la cosa de escuchar, hacia dentro y hacia fuera. De escuchar bien atentos. Vivimos en un mundo donde no podemos estar sin algo que oír.
Entramos a casa y lo primero es encender la tele o la cadena de música.
Entramos en el coche y lo mismo.
En la playa, hasta en los centros comerciales necesitamos la música para amenizar las compras.
Y es que oír es fácil porque no requiere prestar apenas atención (oímos mientras nos arreglamos, mientras nos distraemos).
Pero escuchar es algo más serio, requiere una dosis de interés, de preocupación, de atención. Las personas se quejan de incomunicación y sin embargo hablamos más que nunca y es que quizás sea porque oímos pero no escuchamos.
Si no escuchamos a las personas, ¿escuchamos a Dios? Para hacerlo hace falta: Cierto silencio interior, cierta serenidad de espíritu y sobre todo un gran deseo de oírlo. Cinco momentos importantes se han de dar en nosotros: Deseo de ver a Dios, el deseo me lleva a Buscar a Dios, la búsqueda me lleva a sentir a Dios (escuchar a Dios), y esto nos llevará a transmitirlo. Basta con decirle como Elí: “Habla que tu siervo escucha” y Jesús nos volverá a decir “¿Qué buscas?”, esa pregunta nos lleva a pensar dónde busco yo la felicidad.
Jesús no habla de lo que Él hace sino que nos invita como a aquellos discípulos a que “veamos –juzguemos– y si encontramos algo mejor…”
Dichosos nosotros si sabemos escuchar-elegir y acercarnos a Él. Se nos quedará grabado para siempre.
Feliz domingo.
Damián Ramírez Lozano, sacerdote

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