YO soy mucho de la Montaña. Soy de la Montaña de toda la vida. De la mar de Castilla. De la que crió a media España con el Pelargón que Nestlé hacía en La Penilla. Soy de la Montaña del sobao pasiego.La que inventó la emigración antes que nadie y eso de los emprendedores antes que existiera tal palabra. Hablo de la Montaña de los montañeses de Sevilla y de los chicucos de Cádiz. La de los jándalos que se vinieron a trabajar a Andalucía con pantalón corto, se pasaron la vida detrás del mostrador de un almacén de ultramarinos o de una tienda de comestibles, durmieron debajo de ese mismo mostrador sin quitarse el babi de crudillo, ahorraron y cuando tuvieron un dinero se establecieron como comerciantes, con tiendas que pregonaban poemáticos nombres en recuerdo de su tierra: El Valle del Pas, La Flor de Toranzo, La Gloria de Villacarriedo. Esa es mi Montaña, qué Cantabria ni Cantabria.ANTONIO BURGOS.

viernes, 7 de septiembre de 2012

Los Balleneros de Comillas



Una de las actividades principales de Comillas fue la captura de las ballenas, la ballena franca del Cantábrico, la más lenta de todas las especies y que además tenia la particularidad de que al ser arponeadas al morir no se hundían al fondo sino que permanecían a flote, lo que facilitaba las capturas. Estaban presentes en las costas cantábricas de noviembre a marzo. Eran oteadas desde las atalayas (situadas en Portillo, Santa Lucía, Trasvía y Oyambre) y desde ellas el atalayero daba el aviso al resto de sus compañeros, con señales de humo, cuernos o banderas.

Las pinazas se lanzaban al mar, con el arponero en la proa. Lanzado el primer arpón, el cetáceo quedaba herido y unido a la barcaza por la cuerda, lo que facilitaba que el resto de embarcaciones desangrasen al animal hasta que, debilitado, podía ser conducido a tierra.
Ya en la playa, en la conocida como “Piedra de la Ballena” era despiezada. Parece ser que según las costumbres de la época, el primer trozo era para el atalayero, una parte para la Iglesia y otra para el Consistorio. Luego, era transportada a la Casa Consistorial Ballenera (hoy cuartel de la guardia civil) y a las cabañas, donde se procedía a su transformación en aceite o saín. Además de los marineros comillanos, para estas costeras se censaban en la temporada de invierno los marineros vascos, con el fin de poder participar en las capturas y comerciar con sus productos.
En 1720 concluyó la actividad ballenera en Comillas, pero fue tal la fama de los arponeros comillanos que 60 años después, aún eran reclamados en Canarias.
Aún hoy se sigue recordando a Ignacio Fernández de Castro como el más importante ballenero comillano.
Comillas fue considerada la capital de las villas marineras en la pesca de la ballena desde el siglo XVI al siglo XVIII, siendo el último puerto ballenero del Cantabrico.
Cuando desaparecieron los cetáceos (siglo XIX), la reducida flota se recalificó en la captura de la sardina.

No hay comentarios:

Related Posts with Thumbnails