Pedro Messía de Cerda, comandante del Buque Glorioso, de augusta y fatídica historia, nació en el seno de una noble família de Córdoba el dieciseís de febrero de mil setecientos. Fallecería en Madrid a la edad de ochenta y trés años tras una larga y colmada vida de éxitos que lo convertirían en uno de los grandes héroes de la Armada Española. Entre los mismos estarían los de ostentar el título de quinto Marqués de la Vega de Armijo y de ser el quinto virrey de Nueva Granada, sin desmerecer el rango de Teniente General de la Armada, obtenido merced a la gesta de transportar desde La Habana a Corcubión la cantidad de cuatro millones de peso y despachar con el buque Glorioso, sin más apoyo naval que su propia pericia y la de los hombres que lo tripulaban, a tres escuadras Británicas en Azores, Finisterre y Cabo de San Vicente. Tales hechos le valieron la admiración del inglés y la concesión de unos títulos que, verdaderamente, a lo lado de lo modesta de su persona se quedan cortos.
Vida y Carrera Militar.
Después de Correr caravanas, cómo se le llamaba en aquella época al asalto de los convoyes turcos, entró, por su piedad, en la Orden Hospitalaria. Eran tiempos de cambio en España. La Guerra deSucesión tocaba a su fin y con el cambio del equilibrio en Europa y el advenimiento de la nueva Dinastía, las instituciones del Estado pasaban de la sobriedad y periferia de los Austrias, a la Ilustración y Centralismo Borbónico. Del mismo modo, las flotas de Castilla y Aragón, independientes, quedaban fusionadas en la recién nacida Real Armada. A ella se dirigió De la Cerda el diez de junio de mil setecientos diecisiete para sentar plaza de guardiamarina en Cádiz. Recibiría su bautismo de fuego entrando en combate con la escuadra del Marqués de Mari en la expedición a Cerdeña. Continuaría dándole al sable en la dificil conquista de Sicilia para la Corona con la escuadra de Gaztañeta y la acción que la siguió en el cabo Passaro contra la escuadra del almirante británico Byng.
Sería en ese encontronazo con el británico la primera vez que fuera hecho prisionero y canjeado al poco. Corria el año de mil setecientos dieciocho cuando, embarcado en la división de Guevara demostraria su temple en el apresamiento de una fragata británica. No sería sino el principio de una sucesión de combates en los cuales, De la Cerda demostraría que podía ser un enemigo temible para los británicos. En mil setecientos diecinueve embarcado en la división de Rodrigo de Torres, patrullaría el Cantábrico enfrentándose en acción de combate hasta rendir y apresar una fragata y una balandra británicas. No sería sino el comienzo de su leyenda al combatir y rendir tres navíos de superior porte de su británica Majestad en el Cabo de San vicente, durante cinco horas, donde no mucho tiempo después tendría lugar el capítulo del Glorioso. De la Cerda iría cuajándose así una reputación de irreductible hombre de mar en lo que sería una carrera meteórica hacía lo más alto de la Historia de la recién nacida Armada Española.
La carrera de América.
Tras ese primer periodo en la Armada se introduciría de lleno en los viajes con Caudales de la Corona, en la flota bajo el mando de Báltasar Vélez Ladrón de Guevara. También tuvo tiempo y arrojo para dedicarse al corso en el Mediterraneo arrostrando con valor a los buques berberiscos. Su ascenso a álferez de fragata tendría lugar a finales de otoño de mil setecientos veintiseís, más concretamente el día veintiseís y con un nuevo despacho bajo el mando de Rodrigo de Torres, encuadrado en su escuadra, con el cual llevarían a cabo una operación de bloqueo en el Canal de La Mancha, asestando duro golpe a los reales de su Majestad Británica mediante el apresamiento de cinco mercantes bajo la Union Jack. Sería su bautizo de fuego cómo teniente de fragata en la expedición contra Orán con las tropas del duque de Montemar, a principios de verano de mil setecientos veintiseís en la escuadra del general de Cornejo. Su meteórica carrera, muy del tipo de los grandes militares de la Historia de España, continuaría el año siguiente en una expedición a Italia con la escuadra del conde de Clavijo, donde cubriría sobradamente el expediente.
Don Pedro Messía de la Cerda ascendía a capitán de fragata por méritos en mil seteciento treinta y cinco. Durante los siguientes diez años, De la Cerda continuaría su periplo por la América Española protegiendo la recalada em San Vicente y las Islas Terceras. Sería en el año mil setecientos cuarenta y siete cuando entraría en la Historia Naval Española al mando del Navío de Línea Glorioso. Buque de setenta cañones con el que pondría en jaque tres escuadras británicas y arribaría a Corcubión con cuatro millones de pesos de plata con los que aliviar la dificil situación económica de España tras la Guerra de Sucesión. La Carrera del Glorioso le valdría el ascenso al regreso de su reclusión en Inglaterra donde fue tratado y admirado cómo héroe el ascenso a Jefe de Escuadra y la entrega de las llaves de gentilhombre, por las cuales pasaba a ostentar la Grandeza de España cómo servidor máximo a las órdenes del Rey de España.
Corsario, Teniente General y Virrey de Nueva Granada.
Inquieto cómo pocos, De la Cerda continuó al pie del cañón y nunca mejor dicho, en su servicio a la Corona. Condecorado y con el aura de héroe de España, en marzo de mil setecientos cincuenta, recibiría el mando de una fuerza naval combinada para arremeter contra la piratería argelina que, aún en épocas tan tardías, seguian afectando a las costas españolas. Dicha flota la comprendían dos Navíos y cuatro jabeques de nueva construcción. No obstante, De la Cerda hubo de descartar pronto las cuatro embarcaciones menores y empleándose a fondo con los dos Navíos, buques de los que, por otra parte, sabía sacar el mayor rendimiento. No consiguió los objetivos inicialmente propuestos hasta un poco más tarde, cuando superando el perido de servicio en la Escuadra del General Liaño, a la sazón comandante General del Departamento de Cartagena, reanudó las operaciones con los seis buques inicialmente mencionados. En esa ocasión la rabia berberisca se enfrentó de lleno con la furia española logrando el éxito.
Caía el año mil setecientos cincuenta y cinco cuando don Pedro Mesia de la Cerda arbolaría su insignia en el Navío de Línea Tigre y adoptando el mando cómo Comandante General de la Escuadra del Mediterraneo. Asumía así el control de Dos divisiones formadas por dos Navíos, una fragata y cuatro jabeques con los que limpiaría el Mediterraneo Español logrando el ascenso a teniente general y en mil setecientos cincuenta y siete el título de Consejero Supremo de Guerra. Por esos mismos méritos, por su enterza, fuerza, decisión, modestia y arrojo, el trece de marzo de mil setecientos sesenta, sería nombrado por la Corona, virrey, gobernados y capitán general de Nueva Granada. Una acumulación de poder que ademas sumaba la de presidente de la Real Audiencia de Santa Fe. Cargos que ostentaría desde febrero de mil setecientos sesenta y uno. Junto a él y casando en la Historia, iría su médico personal y célebre científico español ilustrado, José Celestino Mutis.
YO soy mucho de la Montaña. Soy de la Montaña de toda la vida. De la mar de Castilla. De la que crió a media España con el Pelargón que Nestlé hacía en La Penilla. Soy de la Montaña del sobao pasiego.La que inventó la emigración antes que nadie y eso de los emprendedores antes que existiera tal palabra. Hablo de la Montaña de los montañeses de Sevilla y de los chicucos de Cádiz. La de los jándalos que se vinieron a trabajar a Andalucía con pantalón corto, se pasaron la vida detrás del mostrador de un almacén de ultramarinos o de una tienda de comestibles, durmieron debajo de ese mismo mostrador sin quitarse el babi de crudillo, ahorraron y cuando tuvieron un dinero se establecieron como comerciantes, con tiendas que pregonaban poemáticos nombres en recuerdo de su tierra: El Valle del Pas, La Flor de Toranzo, La Gloria de Villacarriedo. Esa es mi Montaña, qué Cantabria ni Cantabria.ANTONIO BURGOS.
jueves, 1 de noviembre de 2012
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario