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La Vijanera se prepara ya para romper cualquier maleficio y adelantarse a todos los carnavales del viejo continente, dando la bienvenida, como se merece, al año nuevo. Lo hará, como es habitual, el primer domingo del año, pero con una particularidad, que este año cae en 6 de enero, domingo de Reyes, una fecha «complicada» que da un poco de «respeto» a los organizadores por el hecho de que pueda restar público a «una de las mascaradas de invierno mejor conservadas de Europa». Fiesta ancestral por excelencia que este año hace un guiño más que directo a las nuevas tecnologías. César Rodríguez, uno de sus organizadores, lidera la puesta de largo de La Vijanera en las redes sociales, incluida una renovada página web, www.vijanera.com.
Por lo demás, nada cambiará, todo seguirá fiel a la tradición y Silió, en el término municipal de Molledo, acogerá una fiesta declarada hace tres años ya de Interés Turístico Nacional. Los que ya la han vivido, saben lo que les espera. Para aquellos que nada saben sobre esa fiesta, la Asociación Cultural de Amigos de La Vijanera la define como un ritual ancestral cuyo elemento principal consiste en una mascarada; un rito estacional que se celebra (casi siempre) cada primer domingo del año según marca la tradición milenaria. «Un ritual en el que se entremezclan creencias y atavíos que se han ido sedimentando a lo largo de miles de años».
Una comitiva de un centenar de personas, ataviadas con trajes que recuerdan las labores tradicionales y recrean la Naturaleza, recorre las calles de Silió, al ritmo de los campanos de los zarramacos, principales protagonistas, representantes de los defensores del Bien. El sonido de los campanos, además de llamar la atención a los visitantes, ahuyentará los malos espíritus. Y todos, unos y otros, alargarán la fiesta hasta que el cuerpo aguante, porque, como antiguamente, habrá más escenificaciones «hasta que la luz se ponga en los montes de Molledo», según explicaba Rodríguez.
Cada integrante salta, corre y baila, siguiendo un papel, individual y colectivo, cargado de simbología. La gran mayoría de esa comitiva partirá de las antiguas escuelas de Silió, donde la asociación organizadora tiene su sede. Otros parten del barrio de Santa Marina, rodeando al oso, otro de los personajes principales de La Vijanera, la representación de todos los males que acechan al hombre.
Guerra o paz
Sobre las 12 del mediodía todo comenzará a ser una locura. Los miles de visitantes empezarán a apartarse mientras la comitiva se abre camino. Los danzarines blancos se encargarán de ello. De las antiguas escuelas se dirigirán hacia la iglesia, muy cerca de donde coincidirá con el descenso del oso, el lugar elegido para darle caza. Todos juntos recorrerán caminos y camberas de Silió hacia la Raya, el límite con el resto del municipio, donde se pedirá Guerra o Paz. Antiguamente las vijaneras coincidían en los límites de los pueblos que las organizaban y, o terminaban a pedradas o bien avenidos. De ahí ese viaje a la frontera. La comitiva dará la vuelta y regresará al pueblo, atravesando la plaza de Santiago, sede del museo de La Vijanera, para llegar a la campa, junto a uno de los iconos de Silió, la iglesia de San Facundo y Primitivo, edificio de puro románico Bien de Interés Cultural y Monumento Histórico Artístico.
En el escenario los vijaneros cantarán las coplas, secreto sumarísimo que se desvelará ese mismo domingo, con los comentarios sarcásticos sobre la actualidad internacional, nacional, regional y local. Después, el parto de la preñá, el augurio del año que empieza. Si el parto es bueno y fructífero, así será el año. De lo contrario, a temblar.
Y de ahí a la plaza de la Reguera, junto a la iglesia, donde los zarramacos darán muerte al oso y pondrán fin al sufrimiento de los hombres, como mejor preludio de un año en el que La Vijanera celebra sus 31 ediciones en Silió.
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