YO soy mucho de la Montaña. Soy de la Montaña de toda la vida. De la mar de Castilla. De la que crió a media España con el Pelargón que Nestlé hacía en La Penilla. Soy de la Montaña del sobao pasiego.La que inventó la emigración antes que nadie y eso de los emprendedores antes que existiera tal palabra. Hablo de la Montaña de los montañeses de Sevilla y de los chicucos de Cádiz. La de los jándalos que se vinieron a trabajar a Andalucía con pantalón corto, se pasaron la vida detrás del mostrador de un almacén de ultramarinos o de una tienda de comestibles, durmieron debajo de ese mismo mostrador sin quitarse el babi de crudillo, ahorraron y cuando tuvieron un dinero se establecieron como comerciantes, con tiendas que pregonaban poemáticos nombres en recuerdo de su tierra: El Valle del Pas, La Flor de Toranzo, La Gloria de Villacarriedo. Esa es mi Montaña, qué Cantabria ni Cantabria.ANTONIO BURGOS.

lunes, 17 de febrero de 2014

Han llegado a Madrid un pianista de ocho años y una pianista de cuatro...



—¡El fútbol—me dice de pronto—, el fútbol es lo que es bonito! ¿Verdad? En Barcelona hay unos equipos estupendos: el «Barcelona» y el «Español... ¡Úy, si los viera usted lo bien que juegan!... ¿No lo ha visto usted nunca? —No. —¿A Zamora, no? —No. —¿Ni a Samitier, ni a Sastre? —No. —¿Ni a Platko?... ¿Tampoco le ha visto usted jugar a Platko? —Tampoco. Carlitos me mira, compadecido. —¡Uy, qué lástima!
Estampa (Madrid. 1928)

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