—¡El fútbol—me dice de pronto—, el
fútbol es lo que es bonito! ¿Verdad? En
Barcelona hay unos equipos estupendos: el
«Barcelona» y el «Español... ¡Úy, si los
viera usted lo bien que juegan!... ¿No lo ha visto usted nunca?
—No.
—¿A Zamora, no?
—No.
—¿Ni a Samitier, ni a Sastre?
—No.
—¿Ni a Platko?... ¿Tampoco le ha
visto usted jugar a Platko?
—Tampoco.
Carlitos me mira, compadecido.
—¡Uy, qué lástima!
Estampa (Madrid. 1928)
YO soy mucho de la Montaña. Soy de la Montaña de toda la vida. De la mar de Castilla. De la que crió a media España con el Pelargón que Nestlé hacía en La Penilla. Soy de la Montaña del sobao pasiego.La que inventó la emigración antes que nadie y eso de los emprendedores antes que existiera tal palabra. Hablo de la Montaña de los montañeses de Sevilla y de los chicucos de Cádiz. La de los jándalos que se vinieron a trabajar a Andalucía con pantalón corto, se pasaron la vida detrás del mostrador de un almacén de ultramarinos o de una tienda de comestibles, durmieron debajo de ese mismo mostrador sin quitarse el babi de crudillo, ahorraron y cuando tuvieron un dinero se establecieron como comerciantes, con tiendas que pregonaban poemáticos nombres en recuerdo de su tierra: El Valle del Pas, La Flor de Toranzo, La Gloria de Villacarriedo. Esa es mi Montaña, qué Cantabria ni Cantabria.ANTONIO BURGOS.
lunes, 17 de febrero de 2014
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